miércoles, 17 de marzo de 2010

La sonrisa de la luna

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Prefacio

Parte de lo que voy a relatar es estrictamente verdad.  Y otra parte es simplemente mi perspectiva. Por razones obvias he cambiado los nombres de alguno de los personajes, otros dejado con su nomenclatura original. Debe entenderse por qué hago esto. Muchos de ellos todavía forman parte de mi vida, de una manera u otra. Otros lamentablemente se han ido allí a son parte del pasado que no querría que ninguna de estas líneas pudiese entristecen mostrando una época que ya ha quedado atrás, o simplemente vulnerase su intimidad. No tenemos derecho sobre pasado las personas, por mucho  que los escritores, o los aficionados escribir, pensemos que nuestras vivencias pueden ser prostituidas en cualquier tipo de relato. Es cierto que nuestro pasado nos pertenece pero ¿nos pertenece a las vivencias de los demás? Creo que no. No siempre tenemos derecho a contar lo que nos dé la gana, de ahí ese prefacio que ahora escribo.

A algunos de los personajes que desfilarán por aquí pueden parecer graciosos, patéticos, y reales, entrañables, sofisticados o absurdos … Pero son reales. Son reales como la vida.

“La sonrisa de la Luna” busca precisamente provocar eso, provocar una pequeña sonrisa dentro del recuerdo de unas vivencias que muchas veces podrían considerarse absurdas o cuando menos extrañas.  Como es extraordinaria y extraña la propia juventud de las personas. La mía no menos que la de nadie. Insisto una vez más que parte de los personajes aparecen con su nomenclatura completamente cambiada más por respeto hacia ellos mismos que por una necesidad del autor. Espero que me perdonen la licencia. Para ellos está dedicado este relato porque ellos forman parte del mismo y son sus protagonistas. Del primero al último.

¿El por que el título de la sonrisa de la luna? Sencillo. Gran parte de las vivencias que ahora narró han sucedido de noche porque era de noche, y como muchas las anécdotas que voy a contar son graciosas suponemos que incluso a la luna le sacamos de vez en cuando alguna sonrisa. Seguramente no sin motivo. Estoy también completamente seguro de que alguna vez le sacamos una carcajada. Sobre todo cuando uno lo contempla con la perspectiva que da el tiempo.

Prepárese pues para volver atrás el tiempo, a cierta noche de verano de 1994… En esa noche precisamente la luna aprendió a sonreír.

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