C O R D U R A

Cordura:Estado psíquico de la persona que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental.

I N S T A N T E

Instante: Período de tiempo muy breve, casi imperceptible.

UN BREVE INSTANTE DE CORDURA

Un paseo de la mano de la introspección y la reflexión sobre la locura de la vida moderna.

oTrOs lO dIcEN

Do you still believe in fairy tales, in battlements of shining castles, Safe from the dragons that lie beneath the hill?

La Bitácora personal...

De un soñador de Bits en Pijama

viernes, 26 de julio de 2013

Hoy mi deber



Voy a confesar algo aquí y ahora. Y me puede pesar la confesión, pero la haré igualmente. Me lo debo y se lo debo a mucha gente. El pasado martes veintitrés iba a a escribir una reseña en este mismo blog ( mi cajón de sastre de mis desvarios y mis paranoias) con referencia a la noche del día veinticuatro y la simbología que tiene para mi el propio dia veinticinco. Porque la noche del Apostol es una noche llena , llenísima de buenos recuerdos, de buenos amigos, de olores que recuerdan a mil celebraciones. Y eso merecía un pequeño homenaje. Como siempre, y por no variar, este padre, trabajador, amante, programador vocacional , técnico de redes de profesión, amito  de casa, aspirante a estrella michelín aficionado, catador de ron abstemio, webmaster atareado  y escritor nocturno y a deshora se quedó sin esa maldita cosa llamada tiempo.  Me fuí a la cama, cansado después de una jornada dura y entré en las sábanas tarde ya . Y me dije a mi mismo que ya buscaría otro hueco;  otro que sacaría de no sé sabe donde, para escribir sobre mis días veinticuatro y veinticinco. De hecho tenía prácticamente pensado todo el texto antes de aplazar el hecho y el momento de disparar los dedos sobre el teclado. Iba a establecer un rebuscado paralelismo entre una canción del imprescindible Silvio Rodriguen "Hoy, mi deber" con la objeto de la propia plaza del Obradoiro, lugar de reunión intercultural y multiracial en esa noche.

Como casi todo el mundo sabe soy un Vigués orgulloso y un Compostelano enamorado. Me enamoré años ha de esta ciudad. No puedo vivir sin ella, aunque a veces algunas personas - y quizá la misma ciudad-  me desesperen e incluso algunas partes de la propia compostela me desorienten. Mi historia con Santiago, es pues, una historia de amor. Fue una decisión libre. Una decisión guiada por el cariño. Asumí mi parte de  ascendencia compostelana incluso antes de mudarme al campo de las estrellas. Era un ciclo lógico. Era una parte de mi. Se lo digo siempre a quien más quiero: el hogar es donde está el corazón. Da igual que sea Vigo, Nueva York, Valencia, Madrid.. el diorama es lo de menos. Lo importante es esa esencia, esa motivación. Quiero a mis ciudades porque en el fondo las ciudades tienen lo que uno espera de ellas. En estas calles me enamoré , me desenamoré, me morí y reviví y volví a enamorarme. Aquí, en ésta,  decidí tener a mis trocitos de corazón. Por lo tanto me confieso tan Compostelano como Vigués y viceversa. Es diíicil para alguien como yo que se considera ciudadano del mundo limitar su mirada al escenario habitual.. De allí donde he estado y fui feliz, de allí me considero. Pero también por eso soy de aquí.

 Desde que el accidente de tren segó la vida de ochenta personas esta ciudad no es la misma. Es cierto que la pena está en todas partes. Lo notas en la gente, a la hora de reponer gasolina, por ejemplo. En el trabajo la gente tampoco tiene demasiadas ganas de hablar. Hay algo dentro y fuera. Una minimización de un estado. Un algo que corre por dentro. Un sentimiento contrapuesto. Un recuerdo que se quiere olvidar y no se puede. Esta ciudad no tiene afanes de protagonismo. La gente de aquí es callada, poco habladora. Incluso algunas veces hosca si no los conoces bien. El carácter que imprime la lluvia. Gente de distancias cortas y lugares pequeños. Gente que no quiere muchedumbres, ni olvidos ni recuerdos. Hospitalarios, decentes, trabajadores, tranquilos. Gente sencilla, como de pueblo. Donde los ritmos los dicta la naturaleza, el tiempo, las estaciones, el clima. Con virtudes y defectos. Con esa tierna brutalidad de la gente sencilla. De pronto toda esta vorágine es como un torbellino que se traga todo, que todo se lo engulle y lo fagocita. Todo  este saber vivir se lo lleva por delante un engendro de alta tecnología, conjuntamente con las vidas y almas de ochenta personas. Y entonces, algo dentro de mi me dice que debo pararme a pensar. Santiago ha cambiado. La gente ha cambiado. Y yo he cambiado.

 ¿como explicar lo que és una noche de víspera de apóstol a todo aquel que no lo ha vivido?. Es como la gran fiesta del año. No hay nada comparable. Se respira ese carácter tan nuestro, tan gallego, de sentimiento de gente apegada y dependiente de la tierra. En los locales de la zona histórica la gente comenta y se reencuentra en las plazas. Hay un sentimiento de excitación previo a los fuegos artificiales y al espectáculo de luces y sonido. La gente canta en cada esquina, los más osados tocan la gaita, la guitarra, la pandereta allí donde pueden. Es momento de reencuentros, como dije antes. Momentos de cenas de amigos que no se ven durante muchos meses. Hay un aroma a leña en el aire, y durante una noche, una sola noche, los habitantes de esta pequeña ciudad se sienten el centro del mundo civilizado, mientras sus deseos, su sueños estallan en mil halos de colores que revientan llenos de sensaciones en las pupilas de aquellos que nos visitan. La fiesta del orgullo, de un pais, que reclama a voces su identidad y su idiosincrasia. Y lo hace sin tapujos, sin miedos, sin máscaras y sin sombras de represión.

 Todo eso, todo, se convirtió en nada. Nada importa cuando una vida se siega.




 Pasarán años. Lo sé. Y quizá todo ese sentimiento pueda en algún momento digerirse. Quizá ir hasta la raiña no sea un paseo somnoliento de un zombie con angustia en el pecho, pensando en la noche perdida;  si no un paso alegre y festivo, como el tuno enamorado en espera de la amada. Quizá alguien pueda decir que todas estas fiestas volverán a tener sentido para alguien. Que los amigos volverán a encontrarse en medio de un estallido de fuegos artificiales. Que volverán a encontrarse las retinas de los amigos, de los amantes, de los padres con los hijos. Ojalá. Porque hoy por hoy hasta parece obsceno pensar en ello. Parece un atrevimiento. Nos faltan ochenta brazos que abrazaban, que esperaban, que amaban,que querían, que soñaban; que necesitaban de otros brazos que respondieran a sus afectos; que esperaban un nuevo día del apóstol donde reencontrarse. Rotos esos abrazos. Rotos esos brazos por una daga invisible.


Pensaba el otro día, cuando imaginaba ese articulo en este blog, que ese parelelismo con la canción de Silvio sería sencillo. "Hoy mi deber era/ cantarle a la patria/ alzar la bandera / sumarme a la plaza" En esa canción Silvio habla sobre dos sentimientos contrapuestos, el de una relación personal y el de un sentimiento político. El paralelismo sucede. Pero no de la manera que yo quería o que debiera ser. Hoy mi deber era escribir esto. Cantarle a la patria, alzar la bandera con su crespón negro, y pedirte a todos que se sumen.  Como decía esta canción " y pienso que al cabo/ al fin lo he logrado / soñando tu abrazo/ volando a tu lado". El tiempo dictará si algún día puedo contarle a Paula y a Diego que esta es la fiesta de la patria, pero también de los amigos, de los familiares, de los reencuentros, de los visitantes, de los turistas, de los que se siente algo gallegos dentro de si mismos. O bien si simplemente es el recuerdo de un tiempo pasado.


lunes, 22 de julio de 2013

Tu haces que salgan las palabras de mi boca

No escribo mucho ultimamente. Me encuentro en un estado extraño. Hay momentos en los que me estremece algo dentro y necesito contarlo pero ultimamente no me conciden con la posibilidad de tener donde escribirlo o con ganas de soltar los dedos delante del teclado. Será cansancio. Será  que estoy descentrado. O simplemente que estoy demasiado ocupado pro otras miles de cosas. Por eso me vine hasta aquí ahora, mientras he tenido un instante, pese al cansancio; pese a que los dedos no responden como debieran. Pese a que mi antebrazo vuelve a estar cargado. Y porque hay cosas que uno debe contar siempre.

Pero en el fondo uno no siempre tiene fuerzas para hacerlo.



Como una canción que adoro, las noches como esta tienen esa fuerza . La fuerza de extraer las palabras de mi boca, la fuerza para hacerlas brotar y salir de estos dedos y que digan un "te quiero", que digan que uno es parte del todo y que ese todo es parte del uno.
Adoro las noches de verano, el olor del aire, el sabor de la brisa que aunque alejado trae efluvios del mar. Olor a leña, a barbacoa a sonrisas en el aire, al recuerdo de los amigos que ya se ha ido,  olor de perfumes de veinteañeras que siguen esperando una cálida noche de verano, donde no había un momento que perder. Fuegos de artificio que explotaron en la juventud que se recuerdan en la noche, risas , juegos y palabras.

Tu quitas las palabras de mi boca, tu has hecho que caigan dentro de mi, que fluyan a las manos.  Ojalá toda la vida fuera una noche de verano, bajo una luna como la de hoy, redonda como un queso. Como la luna de Valencia, como la luna de Sicilia, como la luna de Estambul. Noche de verano, cálida y alegre que tantas veces recorre el aire y que uno hecha de menos dentro de sí en el invierno. Tu haces que salgan las palabras de mi boca 

jueves, 11 de julio de 2013

Niños corriendo en una playa


Tengo un viaje pendiente a un lugar cercano. Intentaré escaparme en algún momento durante este verano. El lugar: el cabo Estay, donde reposan las cenizas del amigo amado. Para decirle un hola, además de los que le digo dentro de mi, a diario.  Para ver de nuevo una puesta de sol a su lado  - como otras muchas que vimos juntos - y  que me traiga su rostro a la memoria. "Tenemos memoria, tenemos amigos, tenemos los trenes, la risa, los bares,tenemos la duda y la fe, sumo y sigo, tenemos moteles, garitos, altares. " La canción me lo recuerda siempre. Acudiré a esa cita pospuesta para contarle las novedades y volver un poco más lleno de él, de vuelta a casa. Ahora mismo, mientras escribo estas líneas mi mente se escapa. Flop. Salgo volando , flis, flis. Más allá del mar veo:  hay dos niños sonriendo en una playa ( Como la canción de Silvio). Dos niños llenos de vida, como los míos. Llenos de libertad, como los que uno trajo a este planeta.  En esas sonrisas se explican muchas cosas y muchas incertidumbres de la propia vida.

Y acabé aquí, vivo finalmente y lleno de cosas que muchas veces desmemorio.

Esta tarde, mis dos trozos de mi jugaban juntos en una cafeteria. Una desde sus cuatro años, y el otro desde sus cuatro mesecitos. "mira como se rie" me digo. La limpia sonrisa de él , frente a su hermana mayor que le hacía tonterías con las manos. Risotadas. Risas y más risas. De fondo sonaba el "O' Sole Mío" en hilo musical. Si , es cierto. Uno ama y sigue amando a aquellos que amó en un momento. Y le entristece en cierta forma que no puedan compartir las alegrias de uno nunca más. Que el amigo amado no pueda ver ni compartir los rostros de mis niños, esa insolente bondad e inocencia que destilan. Esa espontánea risa. Esa inocencia absoluta y amor verdadero. O quizá sí. Quizá lo ha visto, o lo vé. O lo sabe. Ojalá. Es algo que imploro todos los días.

 He estado en tantos lugares, he amado a tantos corazones, he dejado mi vida, mi sonrisa, mi alma en tantos sitios donde no debería de haber estado ni dejado la más minima huella. Los amigos que amé, los amores que perdí y los que dejé. Aquellos que dejé morir ...Y sigo con Sabina, para acabar. Porque aquello que dijo era cierto. Tenemos naufragios soñados en playas de islotes son nombre ni ley ni rutina,tenemos heridas, tenemos medallas, laureles de gloria, coronas de espinas. Pienso en los dos niños de la playa.  Así fui yo. Así fuimos. Niños  corriendo en una playa. Riéndose al sol de una mañana de primavera. El rostro del amigo amado viene a la memoria. Para siempre.