C O R D U R A

Cordura:Estado psíquico de la persona que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental.

I N S T A N T E

Instante: Período de tiempo muy breve, casi imperceptible.

UN BREVE INSTANTE DE CORDURA

Un paseo de la mano de la introspección y la reflexión sobre la locura de la vida moderna.

oTrOs lO dIcEN

Do you still believe in fairy tales, in battlements of shining castles, Safe from the dragons that lie beneath the hill?

La Bitácora personal...

De un soñador de Bits en Pijama

viernes, 29 de enero de 2010

Desentendimiento


Anoche me acerqué nuevamente a los libros. Yo estaba solo, perdido, reconfortado en la soledad de este cuarto desde donde ahora escribo. Y me encontré bien, relajado y extraño. Abrí uno de esos tomos favoritos míos. Uno de los artículos que publicaba -quizá lo escogí al azar, acaso me llevó mi subconsciente a toparme nuevamente con él- se titulaba "Desentenderse".No pudo haber sido más clarificador. Ultimamente no hago más que desentenderme de cosas.


Primero fue el trabajo. Me desentendí de ser una máquina de trabajar, pasando más de once horas diarias metido dentro de un despacho y aguantando  unas cosas y otras. Me harté de ser alguien que no soy. Me perdía todo lo que realmente me interesaba en la vida. Quemé mas horas de las que debía en aquel despacho y en aquella ocupación. Por eso el trabajo se desentendió de mi. Tardé meses en desentenderme yo de él. Me perseguía hasta en sueños, en sitios, en lugares. Se volvió una especie de obsesión, cuando el teléfono sonaba, o cuando dejaba de sonar. Pero ya no sucede. Me olvidé de él. Y fui feliz haciéndolo.


También me desentiendo de las malas amistades, de los comentarios a deshora que hacen, de su vida que antes era parte de la nuestra. Me da absolutamente igual qué digan y cuando lo digan. Mi vida empieza hoy. Nuestra nueva vida empieza ahora. Suerte para ellos. Ya no necesitamos su presencia. Ya somos libres. Vivimos sin ti. Nos desentendemos de tí, como uno se desentiende de lo que le sobra, de lo que es accesorio, de loque no precisa, de lo que no entiende ni quiere entender.



Pronto habrá un nuevo viaje, una nueva sonrisa, una nueva etapa. Por eso, ahora, dejamos equipaje en el camino. No necesitamos nada. Nos desentendemos. Salimos de aquí, del tiempo oscuro, para vivir. Desentendidamente, claro está.


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martes, 26 de enero de 2010

El corazón es un León que acecha en las espigas.

Durante tres días he visto nevar. Afuera el momento era dulce e insólito. Dentro, el momento era extraño. Hoy ha salido el sol, y apenas ha calentado. El invierno, como decía Yazoo, en cierta forma mata.


El hecho de escribir, es un hecho reflexivo. Me gustan estos momentos, en los cuales estoy solo yo, con mis pensamientos. La casa está tranquila. Todo es silencio. Planifico el día siguiente de una manera más o menos mental. Que haré que no haré. El halógeno proyecta una luz amarillenta sobre el escritorio nuevo. No hay vida más allá de las ventanas. Todo fluye. la calle se desdibuja fuera, en medio de una madrugada helada. Soy yo, estoy yo. Aquí, en mi torre solitaria, alejado, en el extrarradio. Y la sensación de paz es estimulante.

Paz, era eso, eso que me faltaba. Paz, eso que añoraba. La tengo dentro. Y sé que mi corazón está aquí, deambulando en alguna parte, en medio de estos cambios, en medio de mis incertidumbres. Mi seguridad se ha ido deshaciendo como un cubito de hielo en un vaso lleno de bourbon.  Abandonado por muchos de los que ame. Abandonado por muchísimos de los que ayudé en un determinado momento de la vida. No me importa. Sé quien soy y porqué estoy aquí. Estan ellas, mi familia, mis trozos de mi. Que nadie lo dude. El corazón es un León que acecha en las espigas. Espero la luz de un nuevo día, el sol de un nuevo verano.  Que nadie toque a la manada. Acecho entre las sombras.

jueves, 7 de enero de 2010

Noche helada de Reyes

Tengo esos momentos. Aparecen y desaparecen. Esta noche, por ejemplo. Dia de Reyes, la noche había caído y pasando con el coche por el extremo de la ría, en Arcade, las luces tímidas de Vilaboa me reconfortaron. Fue un instante, un lapso. El alma parecía querer quedarse en la noche gélida. El coche quería detenerse, disfrutar del frio y del paisaje de alrededor. Arcade guarda alguna de las almas que más quiero. Esta Yago, mi tierno Yago. Mi bruto corazón. El hermano adoptado, sus niños, su Pilar. Y está tan a mano, tan cerca, tan dentro de uno... como el helado paisaje de un dia de reyes. Que sé que lo tengo dentro, como a Victor, ese extraño ser que un dia se metió dentro de mi vida para siempre, cwmo si siempre nos hubiésemos conocido, como si siempre hubiésemos hablado desde pequeños. El amigo de la infancia que encontré en las doradas épocas de juventud. Vino y Rosas por doquier, conjuntamente con traición y lágrimas. Bohemios absurdos somos en una época en la que no hay nómadas.  Me hielo por dentro y me abraso de calor. La suerte que tengo, me digo algunas veces, de que haya gente como ellos por la vida. Y que me aguanten como me aguantan  siempre. El tiempo en ellos no pasa. Son eternos. En estos tiempos, amar a un amigo es arriesgarse. Pero es un riesgo que asumo, aunque la perspectiva sea poco halagueña según la experiencia de cada uno.

Por eso ahora, en cama, con los pies calientes, con un trozo de roscón de reyes haciendo la digestión, sigo pensando en ellos. Y en el escenario que los contiene. Su pueblecito -ya no tan pueblo- sus  barquitos pequeños en el agua, San Simón como helado testigo, cápsula del tiempo incólume de una época pasada. Y pienso en ellos porque es mi mudo homenaje a quienes somos y a quienes fuimos y qué fue lo que nos unió. Quien más quiero, duerme. El momento me llena de paz. Ojalá mis dos viejos amigos lean estas lineas y compartan el sentimiento conmigo. En ese pequeño pueblo al fondo de la ría. Ese lugar que ellos llaman hogar.