C O R D U R A

Cordura:Estado psíquico de la persona que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental.

I N S T A N T E

Instante: Período de tiempo muy breve, casi imperceptible.

UN BREVE INSTANTE DE CORDURA

Un paseo de la mano de la introspección y la reflexión sobre la locura de la vida moderna.

oTrOs lO dIcEN

Do you still believe in fairy tales, in battlements of shining castles, Safe from the dragons that lie beneath the hill?

La Bitácora personal...

De un soñador de Bits en Pijama

miércoles, 30 de enero de 2008

Laberintos Eléctricos (1ª Parte)


Me levanto despacio con la cabeza estallando en cada latido. Afuera un día gris se ahoga encima de las efigies blancas de edificios multitudinarios. Ventanas preñadas de ropa colgante para escurrir. El atlántico envía un frente ceñudo y huraño, escaso de agua.

Yo mientras, seguro, confortablemente seguro, tremendamente seguro detrás de un ventanal de aluminio. Las luces de la calle se desangran sobre los colores blanquecinos de la acera ultrajada. Luces amarillas selectivas en las farolas.

Salgo a la calle. El frío aumenta. La puerta del portal se ha hinchado cual ahogado en el fondo del mar. La humedad sienta mal a todos, pienso. Una pequeña cortina de agua cae al final de la galería. Discurro llano, evitando goteras como un soldado saltando a través de un campo minado. Llevo la corbata, el abrigo... me sentaría bien la bufanda. ¿Por qué no me la puse? El tiempo es cruel y no espera. El tiempo corre. No corre, vuela. La lluvia siempre. Siempre la lluva.

¿Qué nos queda? Un trabajo de nueve a ocho. Gente perdida en el consumismo extremo. Buscan, piden, exigen rebaja. ¿quiere el vehículo? Quiero. Quiero y no quiero pagar. Su codicia sin embargo no admite descuento. Quiero más, dame más por menos. Un problema, resuélveme el problema. Payaso. Payaso con corbata. Dame una solución. Corre, deprisa. El margen no admite margen. No hay margen de error. El sueño de otros alimenta mi estómago. Estoy sólo, sólo en medio de un mar de avaricia e irresponsabilidad. Mi corazón vive en una placa de Molibdeno, reflejada al trasluz de un proyector .

Señores que toman café a horas concretas, momentos concretos. Y cómo te va el día. Perfecto. Hoy hay fútbol. ¿Quién juega? Nuestra avaricia no conoce límites, así como la gula que nos invade. El mundo se muere de hambre, un etíope es un humanoide hecho de huesos que sólo existe en la pantalla del televisor. Apaga, por favor y dime ¿dónde cenamos hoy?

El tabaco es un veneno estatal que recauda impuestos. Los coches son contaminantes estatales que pagan impuestos. El estado es un tipo impositivo, la administración: un gravamen. Vivir: una tasa a pagar. Los ricos y poderosos gozan de sueldos vitalicios mientras un país desangra emigrantes para poder pagar sus cargas sociales. El sesenta por ciento de las personas no tienen un empleo fijo. Los senadores y diputados tienen limusinas y coches blindados extremadamente contaminantes con cargo al estado.

Las casas son bienes de trapicheo barato de feria. La contaminación y el protocolo de Kioto son parte de un mercado obsceno y pornográfico. Ya que te mueres de hambre y no tienes industria, déjame esa parte de aire para envenenar. Hazme ese favor o te libero democráticamente con diez mil soldados. Consúme mi parte de armamento y dáselo a niños sin lápices y con fusil. Dame parte de ti y recibe mi nada a cambio.

Nuestros corazones viven en el fondo de un mar profiláctico de relaciones satisfactorias. Te quiero de nueve a dos. O de dos a cinco en un motel barato. Enséñame de qué estás hecho. No quiero nada más. Devoraré tu cuerpo con la fuerza de un mono canibal amarrado a un pene gigante.

domingo, 27 de enero de 2008

Barcos Varados


Nadie se libra, es cierto.

Supongo que desde hace una temporada que no puedo delimitar mi ánimo se ha ido yendo, poco a poco, al nivel del suelo. Y por ahí anda, a menos que yo esté muy equivocado. Hace un rato estaba allí abajo y quiero suponer que nada ha cambiado. Si alguien me pregunta alguna causa en concreto por la cual está mi alma sacándole lustre a mis mocasines creo que no puedo decirle una solamente. Y eso es lo que más me preocupa: que la soledad existe incluso cuando crees que no tiene asideros donde anclarse. Muerde el corazón y desgarra un poco por dentro. A veces lo veo tan claramente y otras tantas soy tan incapaz…

Evidentemente existen culpables. El estrés del trabajo, por ejemplo y la puñetera alarma social que parece que ha afectado a todo el mundo. Los plazos, las entregas y esa lucha contra ese muro de gelatina con sabor a mezquindad que es muchas veces una empresa grande. Luego, el aislamiento. Lamentablemente desde que he venido a vivir a esta ciudad no puedo decir que haya hecho muchos amigos. No tienes con quién tomar una copa, una cerveza, ver un partido de fútbol. Toda esa sedimentación sentimental, toda esa carga de amistades forjadas a través de muchos años, se ha quedado fuera del contexto de esta ciudad. Y el peso de todo ello es terrible. No encuentro mi espacio ni mi sitio. No tengo ni con quien compartir una tarde. Ni con quien programar una cena. Ni siquiera tengo tiempo para ello. Por otro lado mi odiada rutina lo ha logrado: se ha anclado en mis quehaceres diarios como una puñetera sanguijuela que me desangra. La vida transcurre entre pedidos, objetivos de ventas, citas, reuniones, pases, “brainstormings”. Es decir, casi puedo planificar y decir a ciencia cierta qué es lo que me va a pasar de un día para otro. Lo veo tan claramente tantas veces que casí podría hacerle la competencia a Mahoma. Luego está el tema de la familia, que está lejos siempre, que siempre echo de menos y que siempre acaba saturándome un poco cuando paso demasiado tiempo en su compañía. Me habré vuelto un huraño o un renegado. Algo así.

Días como estos son lo que yo llamo “días negros”. Ya desde hace una temporada que los veo venir. No he podido evitar que se colaran por la puerta. Entraron en casa y se me han llevado la alegría sin que lo haya podido evitar. Cómo ladrones.

Sé que habrá un tiempo nuevo, con días soleados y espléndidos, llenos de alegría, juegos y esperanzas para todos. Veo un amanecer o una puesta de sol, con una copa de ron en la mano y la sonrisa de la amistad a mi lado. No todo en la vida es el amor, aunque a veces lo parezca. Me quedé aislado, con la persona a la que amo, pero sólo en el fondo. Ya no hay amigos, ni tiempo libre, ni posibilidad de compartir una noche de cervezas y risas. Todo se transformó. Hay días en que el alma se parece a un barco varado en una playa. Un artefacto hecho para navegar pero perdido y anclado en la arena, la antítesis del propio mar. Que nadie piense lo contrario. si el alma de la gente puede compararse con un barco, sin duda alguna mi barco está varado desde hace unos días. Esperemos que llegue una ola y lo ponga de nuevo a navegar. Es cierto, pienso. Hay muchas clases de soledad. Algunas son muy amargas.