C O R D U R A

Cordura:Estado psíquico de la persona que tiene la mente sana y no padece ningún trastorno o enfermedad mental.

I N S T A N T E

Instante: Período de tiempo muy breve, casi imperceptible.

UN BREVE INSTANTE DE CORDURA

Un paseo de la mano de la introspección y la reflexión sobre la locura de la vida moderna.

oTrOs lO dIcEN

Do you still believe in fairy tales, in battlements of shining castles, Safe from the dragons that lie beneath the hill?

La Bitácora personal...

De un soñador de Bits en Pijama

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Un favor sin Recompensa.

Hago un balance interesado y sesgado de estos ultimos trescientos sesenta y cinco dias de mi vida. La fecha impera. Impone su ley y en el final del año, apuro un resumen nada imparcial. ¿Me disculparán el interés y mi parcialidad? Espero que si.

Este año ganamos cosas y perdimos muchas otras. Empezamos ganando cosas en el aspecto personal, y por ello el año 2009 será siempre recordado como uno de los mejores de mi vida. También en el material.  Pero como siempre, todo fluye.

Cuando tenia catorce años mi padre me regaló un peluche de una de las tiendas para que yo se lo regalase a uno de mis primeros amoríos de juventud. Mi padre tenía estas cosas, que probablemente yo he heredado. Podía convertirse en un personaje tan lejano y amargado como cercano y alegre, según las ocasiones. En el peluche -ni me pregunten qué forma tenia, porque ahora mismo solo lo intuyo- podía leerse una frase tan verdadera como lapidaria. "Amistad es un favor sin recompensa" Poco podía imaginar mi padre que ese podría convertirse en un de mis lemas para toda la vida. El peluche cumplió una función especial, tanto para el amorío de mala hora, como para mi mismo. La función pedagógico-didáctica que aprendí la interioricé tan rápidamente que a veces me asusto de que esa frase me persiga toda la vida

Ahora, hace un momento, un instante, delante de las teclas del ordenador, a banda del peluche ha vuelto nítida a mi cabeza. Le he visto sus colores colorados y sus letras doradas. Cruzó mi cabeza y se fue. Como el sueño de quererse tanto como a los catorce años. En el fondo estoy muerto, me digo. Muerto mentalmente, y revivo las cosas de la juventud como si fuesen un  "flashback" de un drogodependiente. Pero he visto las letras y ese mensaje escrito en un peluchito barato. Ring, Ring... aquí el cerebro, departamento de alucinaciones oníricas pretéritas mandando un regalito de navidad.

Ese mensaje, "Favor sin recompensa" lo dice todo. La amistad debe ser eso, pero que nadie se escude en la banda de mi peluchito de los catorce años, regalado al amorcete de juventud -divino tesoro- para pensar que la patente de corso está al alcance de la mano de quien piense que puede hacer lo que le de la gana siempre que se declare nuestro amigo. Lección aprendida de este año. Perder amigos es duro, pero muy aleccionador. Es fastidiado, doloroso y canibalizador del interior, pero muy util cara al futuro. Es una putada, de esas putadas dolorosas y jodidas de la vida, que te dejan unresquemor negro y abrasador en el interior. Pero aprendes a seguir adelante. Este 2009 perdimos amigos, perdimos gente que amabamos y que eran parte de nuestra vida. Cuando uno se aleja de un amigo, en realidad pierde parte de su vida. Pierde parte de la alegría que le generaba su compañía, parte de las vivencias, parte de las confesiones del otro, de la propia existencia común. Los lugares comunes ya no son tan bendecidos y hasta el alma se muestra huraña de volver a ellos. Pero aprendes. Aprendes a vivir sin toda esa carga. ¿Merecimos perderlos? Honestamente creo que no. A lo mejor es que ellos no fueron dignos de nosotros, o nosotros de ellos. O simplemente será que la vida tiene un saco lleno de esas putadas que antes mencioné y las va distribuyendo a lo largo de la existencia.

Qué dejados somos. Que poco cuidamos a los que queremos la mayor parte de las veces. Como dejamos morir la amistad, el cariño, el respeto y la complicidad. No cuidamos nada de quienes nos quieren y que poco nos cuidan muchos de los que nos aman y a quienes amamos. Que poco nos cuidamos, en general.

Un deseo para 2010. Amistad en buena medida para todos. Que los caminos que ahora nos separan  nos vuelvan a unir. Acaba de salir el Sol por primera vez en dos semanas de intensa lluvia. Y lo ha hecho al escribir esa frase. Es un buen presagio. Ya viene el sol...

viernes, 16 de octubre de 2009

Otoño por la Barcia

 

 

 

La barcia es como un escenario de película. De tan bello que es algunas veces hasta parece irreal. Parece inventado. Hay días en que  me sorprendo a mi mismo buscando las traviesas de madera que sujetan, como se hace con los marcos de las fotos, cada uno de los elementos del paisaje. Pero me equivoco, afortunadamente y resulta que es completamente real. Entra el Otoño por la Barcia, y lo hace preñando y colapsando las hojas de los castaños, y llenando el suelo de los erizos marrones que protegen el fruto interior tan preciado. Paseo despacio. El cielo busca una estrella. Los prados verdes tienen un cierto tinte violáceo, desangrado por el cielo. El Pedroso vigila el espacio, colmado de sus antenas. Los árboles se mecen con la sombra de la tarde. Y paseo. Me siento dichoso por vivir, por estar vivo. Pienso en los que me han precedido, en los amigos que se han ido, en los perdidos, en los que nos dejaron atrás, en los que nos abandonaron. Me pregunto si ellos pueden disfrutar del instante como lo hago yo. Me  pregunto si ellos lo hicieron alguna vez. Me pregunto tantas y tantas cosas…
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Y hay una voz nueva en el pecho. Y hay una alegria extraña. Y la calma llega, honesta, limpia, pura al interior mientras los ojos castigados, se deleitan en el paisaje. Respiro y el aire tiene olor a azahar, a verde hierba, a siega, a castañas. Las casas en el horizonte –pequeñas, cucas, cuidadas y colgadas en comunión con el paisaje- enorgullecen la vista. Todo es rematadamente hermoso. Pienso en que hoy, mi hermano cumple los cuarenta.  Que cuando uno llega a una edad no es que se haga viejo, si no que se disfruta de la perspectiva de la vida, de una madurez y una sabiduría sin igual. Que se da cuenta del trabajo realizado y que tiene tanto por delante para hacer que esa reflexión le hace a uno sentirse joven y fuerte. Con veinte años eres un niño grande que no sabe qué hacer. Con cuarenta te sientes fuerte y lleno de energia y sabes en qué has de gastarla. No pierdes el tiempo con tonterías.  Por eso, cuando entraba el otoño por la Barcia, pensé en mi hermano, en su casa colgada sobre el monte. Y esperé de corazón que fuese feliz. Como yo lo he sido mientras paseaba y el otoño hacía acto de presencia. El mundo no deja de ser a veces un terrible escenario que regala relámpagos de belleza. Este otoño será un otoño hermoso. Lo siento dentro de mi.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Tesoros de la infancia.

Hace unos días, intentando distraerme de la soledad en que me he encontrado tras una serie de acontecimientos inesperados de este verano, decidí hacer limpieza entre los viejos recuerdos que todos guardamos de nuestra infancia y adolescencia.
En una vieja caja de lata, entre gastadas cartas infantiles, pedazos de entradas de ansiados conciertos, flores secas y otros recuerdos de amores adolescentes… como si se tratase de un aviso o incluso una respuesta… encontré un viejo libro, de gastadas y sucias páginas que hace más de 16 años me regaló una amiga.
Una amiga. Esta palabra cobra en este caso un significado especial, puede que su más profundo sentido, una persona realmente maravillosa, siempre a tu lado, de forma tan incondicional que no te das cuenta de lo que perderías si no estuviese, sobre todo porque no se te pasa por la cabeza que pueda no estar. Precisamente el libro que me regaló tenía por título “Un amigo es alguien a quien gustas”. Y hace 16 años me lo regaló porque después de muchos años de confidencias, de risas y de lágrimas, de cientos de momentos compartidos… se marchaba. Se iba al extranjero, a continuar sus estudios, a mejorar su formación, pero a pesar de saber que no era definitivo, al despedirnos lloramos como si lo fuese. Y ella me entregó este bello recuerdo que ahora abrazo entre mis manos. Dice la dedicatoria: “Me lo leía mi madre cuando yo era pequeña. Es para niños y es viejo pero te lo regalo para que te acuerdes de mí. Con todo mi cariño. No me olvides”.
Y 16 años después, al leerlo, me he emocionado. Las lágrimas me han inundado los ojos. No la he olvidado. Aunque hace más o menos 5 años que no la veo ni hablo con ella, no la olvido. Y aunque probablemente ahora las cosas ya no sean como 16 años atrás, sé que si lee esto, sabrá que me refiero a ella, porque la amistad, aunque no sencilla, es algo muy simple:
Un amigo es alguien que te escucha, te da su cariño y te ofrece su hombro para apoyarte, te habla y te da calma, está a tu lado y te hace sonreír. Y te acompaña en silencio cuando lo que más deseas es callar. Te respeta y se alegra al verte llegar.

“Un amigo es alguien a quien gustas.
Puede ser un chico…, puede ser una chica…
o un gato…, o un perro…,
o incluso una ratita blanca.
Un árbol es otra clase de amigo.
No te habla, pero sabes que le agradas
porque te da manzanas… o peras… o cerezas…
o te ofrece, a veces,
una rama para columpiarte.
Un arroyo es un amigo muy especial.
Te habla en mansos susurros.
Te refresca los pies
y deja que te sientes en silencio a su orilla
cuando no tienes ganas de charlar.
El viento también puede ser un amigo.
Te canta dulces canciones por la noche
cuando se acercan la soledad y el sueño.
En ocasiones te llama para jugar.
Te empuja por la espalda
mientras caminas
y hace que las hojas secas bailen para ti.
Siempre está contigo
dondequiera que vayas:
por ello sabes que le gustas.

A veces no sabes
Quienes son tus amigos.
A veces los tienes constantemente al lado
pero pasas de largo
sin darte cuenta de que les gustas
de una forma muy especial.
Y entonces piensas que no tienes amigos.

Así que es mejor no apresurarse tanto
y andar despacio,
y mirar con cuidado en derredor
para descubrir que alguien te sonríe
de una manera peculiar…
o que un perro mueve el rabo con más fuerza
cuando te acercas a él…
o que un árbol
se te brinda para que trepes a sus ramas…
o que un arroyo respeta tu silencio
cuando lo que más deseas es callar.
A tu amigo tienes muchas veces que buscarlo.

Algunos tienen muchos amigos
y otros tienen pocos amigos
pero todos…
todos y en todo el mundo
tienen por lo menos UN amigo.

¿Dónde encontraste los tuyos?”

Joan Walsh Anglund


Encontrar el libro y leerlo, me levantó el ánimo. A pesar de la soledad que he sentido durante este verano, me hizo pensar. Miré a mi alrededor y al levantar la cabeza, comprobé que tengo al menos UN amigo.

Ell@s saben quiénes son. Y aunque poc@s, son l@s mejores del mundo.
Porque en los últimos días me he dado cuenta de que los buenos amigos no abundan y si es así, soy afortunada de poder contar a los míos con los dedos de una mano.
Por todos ell@s y para ell@s escribo estas letras. Os las dedico satisfecha y feliz de haberos encontrado.

La persona que me regaló el libro y me dejó este recuerdo fue una amiga inmejorable durante mucho tiempo. Después, por circunstancias de la vida, perdimos el contacto. Y esta mañana me he sorprendido buscando su nombre en las páginas amarillas. La he localizado. Confío en que todavía quede algo de la amistad que nos unió y tal vez… ¿podremos retomarla?. Yo no te he olvidado.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Recuerdos de un día Once.

Volaba de vuelta. En el avión me tomé un vino barato y con la presión el alcohol hizo estragos. Me dormí a la altura de Boston y desperté pasado Edimburgo. Cuando aterrizamos en Frankfurt, me percaté de que algo raro estaba pasando. Había demasiados controles, demasiada gente armada. Luego lo supe, al llegar a casa. Habían atacado el WTC. Yo había estado allí hacía muy  pocas horas, contemplando la puesta de sol reflejada en sus cristales, justo en la zona trasera de Manhattan sur. Desde el Soho las torres brillaban en colores rojizos.

Nunca una barbarie pudo justificar tan bien otra barbarie mayor. Meses después llegarían las imáganes de los B52 bombardeando Afganistan, las incursiones armadas, los talibanes, los misiles, los scud, la guerra de Irak. Todo en aras de algo que nadie entiende.

En mi interior recuerdo las tardes en Manhattan los días previos al ataque. La calle 18, el Soho, Park Avenue, la banda sonora mental de Simon y Garfuinkel. Nada es como era, me dicen quienes han visitado New York ultimamente. Entonces me consideraré privilegiado. Soy uno de los pocos que recuerdan Nueva York antes del ataque. Como un turista de Pearl Harbour que se hubiese despedido antes de la primera bomba. 

No vi ni la muerte ni el horror, pero sentí su aliento cerca. Raro es el día que no recuerdo la llegada a casa y veo los aviones estrellarse. La sensación de horrorosa irrealidad, la sensación de sentir la fragilidad de la vida y lo enventual de la misma. Por toda la gente que falleció por este ataque, y por todos los que justificandose en él fueron asesinados, hoy escribo estas palabras. Y en el interior, el alma, me guarda un profundo silencio.

Entonces lo entendí: yo era un afortunado.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ellas dos

Son todo lo que tengo. Mi mejor obra.
Las que me dan ánimos cada día, pase lo que pase. Mi motivo principal, mi causa y mi esfuerzo.
Mi dolor, mi alegria, mi perdición. Mi leit Motive, mi ansia, mi recompensa.

Ellas dos son lo único que tengo, mi escaso equipaje
Sin ellas no sabría qué hacer, ni qué decir, ni donde estar.
Os quiero tanto y os lo digo tan poco.

Os necesito tanto, ahora que nos han dejado solos.
Ya nunca estoy solo
Porque siempre os llevo a las dos en mi corazón.

La muerte no existe si estais a mi lado.
Ya no tiengo miedo a nada,
puesto que todo me lo habeis dado.

Lo mejor en la vida, mi auténtico objetivo, mi principal obra
se resume cada día en un abrazo al llegar a casa
y en una sonrisa .

Ya nada temo.
Puesto que la vida me la habeis dado vosotras.

martes, 8 de septiembre de 2009

El sueño de Nouvell

Tengo la sana costumbre de repasar la prensa diaria. Hay noticias que me gustan y me alegran el día. Otras, definitivamente, me estropean el humor. Y otras, directamente, me enfadan hasta extremos insospechados. Y no tanto por la noticia en sí, si no por los actores y los comunicadores de las mismas.
Hoy me desperté con la noticia del enterramiento del Plan Nouvell para el puerto de mi ciudad natal. Y lo peor no es que el tan cacareado plan se lleve a cabo o no, puesto que Vigo seguirá teniendo uno de los puertos más importantes del mundo, pese a quien le pese. El problema estriba en los protagonistas de la noticia y en los transmitientes de las mismas.
Por un lado, no entiendo que dos personas -más bien personajes- que son decididamente antagonicos y enemigos, puedan permitirse el lujo de tomarle el pelo a la ciudadanía de esta ciudad o de esta comunidad. ¿Dónde se ha visto semejante disparate? . Cuando la una era alcaldesa, el otro era presidente de la autoridad portuaria -para quien no conozca Vigo, el segundo poder más importante de la ciudad- y cuando el expresidente de la autoridad portuaria logra la alcaldía, la exalcaldesa logra que los de su partido la coloquen -cual hijo enchufado- de presidenta de la autoridad portuaria, únicamente con la "sanísima" intención de tocar las narices al nuevo alcalde. Parece de cachondeo.
El anterior presidente de la autoridad portuaria crea el famoso plan Nouvel, arquitecto de renombre mundial y presenta una maqueta impresionante para el puerto con la creación de un Hotel, un espacio lúdico y demás  instalaciones. Se gasta la friolera de 2.6 millones de euros en estudios, contratación, concursos... 2.6 millones que paga Juan Pueblo. 
Lo primero que hace la nueva presidenta, nada más llegar, es cargarse todo lo hecho por el anterior -2.6 millones de euros a la basura- calificando el proyecto como megalómano, inviable, etc.
No sé quien tiene razón o deja de tenerla. Pero ya está bien de que crean que nos toman el pelo. Lo que tendrían es que dimitir los dos ahora mismito. Es de verguenza. Es indginante. Si tienen problemas, que los resuelvan a pistoletazos en un descampado, pero que dejen en paz a todos los demás.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Los ojos y las palabras

Este fin de semana estuvimos celebrando algunas cosas excelentes. Tuve el honor de leer una pequeña composición para la boda de uno de nuestros corazones preferidos. Propiedad transitiva del cariño:amar a los que aman a quien tu amas. Un pequeño detalle -infimo- para quienes siempre nos han dado todo. Es lo mínimo que se merecían. No tengo grandes cosas, lo único que podía ofrecerles era eso.

Mis palabras, entonadas por mí y creadas exprofeso para una de las novias más lindas que recuerdo, son solo un pequeño tributo para una familia que se ha ganado desde siempre mi respeto, mi corazón y mi profunda admiración.

Finalmente la niña de mirada profunda y melancólica estaba radiante el día de su boda. Atrás quedaban las tristezas, la soledad de años en tierra extraña. Finalmente la mujer de mirada de niña sonrió de verdad emocionada. Uno, dentro de sí, no dejaba de pensar lo que habrán visto esos ojos profundos, en qué lugares habrá estado, por quíen derramaron lágrimas y por quién han sonreido. Esos ojos se merecían unas palabras. Esos corazones se merecían nuestra pequeña lectura. Y todos ellos se han ganado con creces nuestro amor. Qué menos.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Cuentos de la Torre Solitaria

Noche de fina lluvia

 

 

Afuera llueve. Cae fina la lluvia, como un trapo suave y aterciopelado. Como un tisú húmedo y claro. Aquí somos la torre solitaria. Este edificio, esta zona del extrarradio. Este pueblo dormitorio que se convierte en un mustio escenario de lo que es un puesta de largo de la crisis económica. Los edificios recientes, recién acabados, y vacíos, sin vida, ciegos de luz, mustios, apagados. Como gigantescos mausoleos sin dueño. Miro afuera. El tiempo pasa. Las aceras están vacías desde la parte alta del pueblo. La calle no tiene vida. Hay farolas amarillentas que le dan un aire extraño a la noche. Esto está vacío, pienso. Somos los inquilinos de una torre solitaria. No hay apenas vecinos. Este pais se equivocó a la hora de construir locamente. Somos una escenificación del error de unos cuantos. Todos estos edificios deberían estar llenos de vida, de gente joven, de niños, de gente de mediana edad. Pero no, permanecen muertos. Me siento a veces como el inquilino de una pirámide: metido dentro de una acumulación de caras piedras. Me pregunto si alguno de mis escasos vecinos siente lo mismo.

 

La parte baja del pueblo, junto a la carretera, bulle llena de vida. Pero aquí arriba, en la zona nueva, esto es terriblemente solitario. Hay obras inacabadas, edificios sin un solo vecino, trabajadores que arreglan con desgana las zonas verdes. ¿ No se habrá equivocado alguien a la hora de construir aquí? Este vacio algunas veces estrangula el cuello de una manera cruel y asesina.

No todo son malas cosas. La tranquilidad impera. Un portal se ilumina. No hay nadie. Yo que siempre viví en medio de la ciudad… ¿qué hago aquí ahora? Descubro el silencio, la ausencia de vehículos, la ausencia de los ruidos que manifiestan vida, los empujones sordos de muebles, las voces en la escalera. Todo da tranquilidad. Y silencio.  El urbanita que soy, que fui, no entiende eso. Le supera. ¿No os dais cuenta de lo bonito que es el ruido, que el ruido es sinónimo de vida? La ciudad se pierde al Norte. Este diorama vacío parece sacado de una pelicula de Fellini. Y yo soy uno de esos personajes patéticos que tanto le gustaban.

Cuando mi grande y feo coche no pueda subir esta colina

La frase original no es ni es mía ni es en español. La cito textualmente y me perdonan la diglosia y / o el bilinguismo. 
When my ugly big car won't climb this hill

I'll write a suicide note on a hundred dollar bill 

Los más avezados del lugar habrán reconocido la estrofa del Heavy Fuel de los Dire Straits. 

Mucha presión, jefes exigente, empresas deshumanizadas, ambientes hostiles, un mundo demasiado capitalista... todo se junta. Eso y nuestra amiga la crisis económica, que ultimamente está empeñada esn fastidiar un día sí y otro también. ¿Quién no se ha sentido como un viejo coche subiendo una colina a punto de reventar el motor? Este que escribe se siente así, reventado por dentro y con el motor lleno de pistones y piezas a punto de salir disparadas de un momento a otro. Puede que el mundo sea un lugar mucho más complejo de lo que aparenta para gente como yo. Puede que ni siquiera sepamos vivir en él.

Pero no quiero apearme.


En todo caso, y después de las correspondientes presiones habituales a mi quehacer diario, hoy decido cambiar de actitud con respecto a cierto tipo de cosas. Esperemos que este viejo y feo coche pueda seguir subiendo la colina.  Aceite y combustible tiene, así que el motor no creo que gripe... por el momento.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Septiembre en la ventana.

Septiembre se ha descolgado de la ventana. Y en el descolgamiento ejercitado se ha dejado atrás el verano, las vacaciones, las sensaciones de vida y la longitud de los días. Volvemos a ser los de antes del estío. Y en nada, diremos, ya estará aquí el otoño. Sabemos que nuestra rutina empieza de nuevo. Sabemos que todo vuelve al mismo lugar que tuvo en nuestro quehacer diaro.

Miro tras la cristalera y me siento extraño. Septiembre vuelve como todos los años. Y su nombre trae recuerdos de la infancia en la boca. Olor a gomas de borrar, forros de libros, tareas infantiles, marcas de tiza en la ropa, olor a nuevo, sabor a piel de naranja, moreno en la piel que se desvanece, promesas de amistad eterna. Y pienso que Septiembre es la antesala de un nuevo otoño, de un invierno cada vez más frío... pero también de una nueva primavera, y de un nuevo verano.

Por razones que me son muy propias y que solo los que me conocen pueden percibir Septiembre me parece un mes triste. Tanto en el recuerdo de mi niñez, como en épocas más recientes. Y al tiempo, pienso que es un instante de la vida divertido y sorprendente. Hay muchas cosas que hacer en Septiembre. Es cierto que los días ya se acortan perceptiblemente, pero sus tardes siguen siendo tardes de luz sonrosada, por lo menos aquí en Santiago. Que los árboles alargan sus hojas, aunque ya amarillentas, para tendernos una sombra en los ultimos rayos del sol estival. Que nos da tantas y tantas cosas que es dificil de expresar. Cuando estuve en Nueva York, recuerdo el sol de la tarde reflejándose en el WTC, rojo, poniéndose sobre el mar y sobre la zona de Queens. Recuerdo las tormentas, el bochorno de aquellos días. Pero también recuerdo a la gente sonriendo, corriendo evitando las salidas del aire en la calle dieciocho. Recuerdo ir de Shopping a primera hora de la tarde, con las puertas de las tiendas abiertas de par en par, bullendo gente en el Macy's, los chicos de las bicicletas en el Soho, la algarabía de Times Square, el Madison Square Garden... y el alma, sin embargo se encoge al saber que todo eso, dos días más tarde estuvo en peligro. Es Septiembre, la otra faceta de septiembre. La que te dice que todo puede perderse en un instante, por cosas de la vida, por que un islamista loco secuestre un avión, porque un americano pirado tire una bomba atómica sobre miles de inocentes japoneses o porque simplemente el ser humano es un monstruo decidido a autodestruirse.

Recuerdo las tardes de Septiembre en Vigo, cuando con algun viejo amigo o alguna amiga del alma - de esas que hace muchos años perdi en algún lugar- paraba en alguno de los cafés de la calle Placer, o de la zona antigua, o en la cafetería México, cerca de la estación. Aquellas tardes vienen ahora a la memoria como pequeños e intensos placeres. Ahora todo discurre entre paredes blancas, informes de ventas, operaciones de miles y miles de euros. Y uno se pregunda donde y en qué momento perdió esa parte de su vida.

jueves, 27 de agosto de 2009

El Poder del Mar

Vio su foto. No la reconocía apenas. Había engordado, un extraño tatuaje poblaba su brazo izquierdo. La vida es un muestrario de momentos extraños. La vió a través de la pantalla, a través de una foto enviada por un amigo. La pantalla brillaba blanca y el gestor de correo electrónico transmitia la pregunta que enviaba Pedro Aldama: ¿Es ella? Y se dijo "Si". Pero luego pensó. "No , no es ella. Somos diferentes en cada momento. No somos los mismos que un día compartieron parte de su vida. Somos otros, con otro horario, con otras costumbres, con otros amigos. El tiempo no espera."

PEdro respondió al otro lado. "La encontré por pura casualidad en mi último viaje. Y le saqué esta foto." "Ahora vive en Formentera, y trabaja en un chiringuito de playa"

Reflejado en el cristal del monitor, se vió a si mismo. Se había dejado el pelo más largo, entrecanoso, su barba era inexistente ahora. Lejanos quedaron los isntante de la vida de bohemio, cuando no era un esclavo de su trabajo y su tiempo libre inexistente. Habían pasado nueve años. Del tiempo que les contuvo nada quedaba, ni siquiera un suave recuerdo estético.

Soy mayor ahora, se dijo. Soy mayor y responsable. Ella vive su vida todavía entre juergas de surf, entre la irresponsabilidad de los que quieren vivir sin ataduras, libre como el viento. Yo me contengo a mi mismo aquí, sereno y calmado, aburguesado en mi loft, con mis instrumentos materiales de placer: televisión por cable, internet de alta velocidad, mi pequeño coche.

Afuera vió el mar dibujado en una mañana de sábado. Los coches todavía dibujaban haces de luces en la autopista. LA primavera había abandonado la ciudad. Se sintió libre, nuevo y más joven. Ese mismo mar bañaba la arena de la playa donde se bañaba su antiguo amor.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Los Hijos de Hiroshima


Quiero hacer una pequeña reseña haciendome eco del triste aniversario del lanzamiento de la bomba Atómica en Hiroshima. Y aunque no soy demasiado proclive a poner links externos a otras páginas, esta vez voy a hacer una excepción. Porque merece la pena.Se trata de unas impresionantes imágenes de la zona cero días después del ataque. Las fotografías pertenecen al departamento de defensa de los estados unidos.

Por otro lado, no podemos dejar de lado algunos números aterradores sobre la explosión de Hiroshima, ni podemos dejar de reflexionar sobre ellos.

  • Murieron en el acto 70.000 personas, es decir 29 VECES MÁS que en el ataque al Word Trade Center.
  • Otros 70000 murieron hasta 1950 debido a radiacion y quemaduras. La bomba siguio matando durante diez años más después de su lanzamiento. Es decir, murieron sesenta veces más personas que en ataque de NYC.
  • EEUU es la única nación del planeta que ha usado un dispositivo nuclear en una contienda.
  • Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 140.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki aunque sólo la mitad había fallecido los días de los bombardeos. Entre las víctimas, del 15 al 20% murieron por lesiones o enfermedades atribuidas a radiación. Desde entonces, algunas otras personas han fallecido de leucemia (231 casos observados) y distintos canceres (334 observados) atribuidos a la exposición a la radiación liberada por las bombas. En ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.
  • Murió el 35% de la población en menos de un segundo.



Sólo un mundo que vete el uso de las armas nucleares, sólo un mundo que niegue su uso, que lo prohiba; sólo un planeta en el que la gente vete abiertamente el uso de la fisión nuclear podrá ser un mundo viable y con posiblidades de pervivencia.

Como final, os dejo las transcripciones de las comunicaciones realizadas tanto por el artillero de cola del Enola Gay, como del copiloto. No pueden ser más aterradoras.
  • Mientras el Enola Gay se alejaba a toda velocidad de la ciudad, el Capitán Robert Lewis, copiloto del bombardero, comentó: «Dios mío ¿Qué hemos hecho?»Bob Caron, artillero de cola del Enola Gay describió así la escena:
    «Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia. Es una masa burbujeante gris violácea, con un núcleo rojo. Todo es pura turbulencia. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... catorce, quince... es imposible. Son demasiados para poder contarlos. Aquí llega la forma de hongo de la que nos habló el capitán Parsons. Viene hacia aquí. Es como una masa de melaza burbujeante. El hongo se extiende. Puede que tenga mil quinientos o quizá tres mil metros de anchura y unos ochocientos de altura. Crece más y más. Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo. Es muy negro, pero muestra cierto tinte violáceo muy extraño. La base del hongo se parece a una densa niebla atravesada con un lanzallamas La ciudad debe estar abajo de todo eso. Las llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan alrededor de las estribaciones. Las colinas están desapareciendo bajo el humo. Todo cuanto veo ahora de la ciudad es el muelle principal y lo que parece ser un campo de aviación».
  • Bob Caron, artillero de cola/fotógrafo del Enola Gay


Aquí está el prometido LINK


martes, 11 de agosto de 2009

Pactos renovados.


Salí de noche del hospital. Las noticias eran buenas. Ultima noche de quien más quiero en el recinto. En dos días volveremos a estar todos juntos. El alma, el espíritu, estaba más relajado. Una cálida luz interior inundaba serenamente el momento. Salí por el garaje. Estaba cansado. Días durmiendo pocas horas, algo de estrés, intranquilidad, decepción en lo personal con algunas personas de mi entorno cercano por su dejadez y laxitud... todo aquello quedará atrás. Me dije a mi mismo que la vida merecía la pena. Quedan pendientes cosas por hacer, cosas que quedaron en el tintero porque la salud es lo principal en algunos momentos. Este pequeño bachecito quedará atrás. Retomaremos lo que ibamos a hacer.

Me recibió la noche, noche de verano. Las estrellas estaban allí, despúes de tánto tiempo sin verlas. Tomé aire. Olor fresco a hierba y a vida. Me sentí bien.

Recordé lo pactado con la propia vida. Vivirla sin demora, sin medida, beber de ella, emborracharme de ella, seguir disfrutando de vivir como el néctar, la ambrosía esencial de la exitencia. Renové ese pacto. El cielo de Santiago es un espejo donde la vida se refleja serena y diáfana. Que lejos y qué cerca hemos tenido las estrellas. Pacto renovado. Y aunque algo herido, algo decepcionado, sigo sereno, fuerte... y en pie. El amor vuelve a casa. Esa es la mejor noticia.

sábado, 8 de agosto de 2009

La indecente Chapuza

El otro día tuve la suerte de asistir al concerto de Bruce Springsteen en Monte do Gozo. El concierto fue tan inolvidable como inolvidable fue la chapuza soberbia de organización, un auténtido recital de despropósitos, un auténtico riesgo para una muchedumbre, un sinfin de incapacidad para organizar nada. Un día pasará algo. Y pasará algo grave.

Comentaba Miguel Ferreiro en su blog el tema con los suficientes detalles. Yo pienso dar una perspectiva personal de todo esto. Imagínense a qué extremos llegó la incapacidad y la imprevisión de los responsables del evento que este que les escribe llegó dentro del recinto -y por lo visto en las noticias relacionadas, bastante suerte tuve ya- con una mochila del tamaño de un libro grande sin ser examinada por ninguno de los responsables de la seguridad. Pues nada, oye, que yo no la he visto mejor pintanda para hacer un atentado o liar una gorda. Bruce Springsteen -icono norteamericano- en concierto en Santiago -icono católico- y los de Al-Qaeda, menos mal que en agosto suponemos que estuvieron de vacaciones. Como para liarla parda.

El drama pudo montarse por diferentes vías, tanto la de la falta de control de acceso, como la falta de criterio de seguridad, la falta de vias de entrada y salida señalizadas, unos accesos indecentes impropios de un evento de semejante calibre, un falta de inversión en la instalación que puede rayar el abandono (cuando llegabas a la puerta de acceso, te encontrabas con la falda desnuda del monte, sin una sola vía que te llevase a la puerta, sin un camino, aborregado con otras miles de almas en medio de la hierba verde, chapoteando de vez en cuando en un lodazal) una improvisación espeluznante, una falta de criterio a la hora de tomar decisiones que puede rayar lo delictivo... en fin... que cuando lo pienso se me ponen los pelos de punta.

Algún día pasará algo. Insisto. No podemos permitir que una ciudad turística como Santiago, una ciudad que es referente europeo como destino, una ciudad que intenta ser un referente cultural a nivel mundial -gracias a otra indecente chapuza llamada ciudad de la cultura- se pueda permitir el lujo de no exigir una calidad con respecto al trato al público -que a fin de cuentas es el cliente en todo este embrollo, y es el que paga. Si no hay capacidad, ni instalaciones, ni espacio, ni medios, es preferible no hacerlo antes que hacerlo de esta manera. Porque la imagen ofrecida el otro día solo puede tacharse de esperpética. Una imagen impropia de una ciudad que vive de sus visitantes en un grado muy elevado. Si se quiere tener instalaciones, hay que cuidarlas, invertir en ellas, prepararlas y mantenerlas. Y si no, que no las hagan solo por intereses políticos.

Hablan de incapacidad de las instalaciones. Hablan de falta de presupuesto y de carencia de medios en la producción y en el local destinado a acoger el evento. "El resto del año está abandonado" decia el otro día un responsable de Doctor Music. "Tuvimos que rehabilitarlo en un tiempo insuficiente" Y yo me pregunto: si un auditorio como el de Monte do Gozo, referente en el xacobeo 93 tiene ese grado de abandono total y falta de actualización... ¿qué nos esperará con ese monstruoso megalomano proyecto llamado "ciudad de la cultura" dentro de diez años? Probablemente otras ruinas modernas donde habremos tirado, con la brabuconeria y prepotencia de nuestros políticos, cientos de millones que podrían estar mejor invertidos en otras miles y miles de cosas. Somos un pais de pobres con comportamiento de niños ricos. Y así nos va.

viernes, 7 de agosto de 2009

Dulce Amnesia

Salgo del Hospital. Camino solo. La noche ha caido hace un rato y el alma va a trizas, calle abajo, hasta el coche. Mi pequeño corazón espera. Ya bañada, ya alimentada, gracias a Teté. Esa parte de mi que sale del hospital es una parte incompleta: ausencia de ellas.

Extraigo del derredor todo lo posible. Unos segundos de paz. El sol dejó su rastro en el cielo y sólo las nubes nos impiden ver sus resquicios. A lo lejos la Barcia aparece hermosa, rural, verde y alegre. Nosotros, sin embargo no somos los mismos. Desmemoré lo muchísimo que amaba esta ciudad por sus paisajes y sus rincones. Sus alrededores me calman. Su hermosura me seda y me tranquiliza. Su belleza me nutre, la interiorizo y de cierto modo me salva.

A los veintitrés años no pude evitar enamorarme de Santiago. Me encantaba la ciudad. Cuando llegaba a sus calles, notaba algo en el pecho. Una sensación de tranquilidad, de brillo, de excitación. Ahora esas sensaciones se han mitigado. Pero cuando he salido por la puerta trasera del hospital dejando a quien más quiero atras, con sus goteros, sus dolores, su oxígeno... esa sensación de que estoy disfrutando un gran regalo me ha vuelto a inundar. Y volví a sentir ese brillo interior mirando A Barcia y el sol poniéndose hacia Noia. Unos segundos de paz, lo dije antes. Esos que de vez en cuando te hacen pensar que la vida cómoda que disfrutamos no es sino una anestesia extraña del resto de los días. Una amnesia dulce de sensaciones amargas. A fin de cuentas soy sólo un chico que un día cambió de ciudad. Se fue a otra ciudad que también amaba, por su calor, por sus sensaciones, por su brillo. Y es que percatarte de que lo que amas puedes perderlo en un momento no deja de darte perspectiva de todo lo que disfrutas. Regalos que nunca abrimos y siempre disfrutamos.

La soledad me inunda. Las hecho de menos. Apenas veo a mis dos trocitos de corazón. A veces no dejo de pensar que esta dulce amnesia y esta anestesia, puntualmente desaparecen. Entonces vuelve a surgir el mismo que he sido siempre. Triste, melancólico y ajado. Pero a fin de cuentas, soy yo. Y sigo aquí.

jueves, 11 de junio de 2009

QE 2

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Uno de los recuerdos de la infancia y de la juventud que me producen más sentimientos encontradoses la llegada del Queen Elizabeth II al puerto. Ese día, en las tiendas, la actividad era la locura hecha modus laboral. Mi madre bajaba al puerto todavía más temprano si cabe. Ese día se montaba el gran “sarao” de nuestras vidas. Nacho y yo chapurreábamos inglés como podíamos y mis padres trabajaban a destajo. La llegada del QE2 siempre era un acontecimiento.

El barco, en sí mismo, era enorme. Un aparato demasido masivo. Un gigantesco hotel flotante. La estación marítima parecía de juguete al lado de semejante monstruo. Los turistas era una marabunta que salía a tiendas o a visitar la ciudad o se iban en autobús de excursión. Trabajábamos como locos durante muchas horas. Más de las que los pies podían aguantar. Comíamos bocadillos de calamares –el encargado de la intendencia solía ser yo – y la jornada se prolongaba hasta casi rozar el infinito. Finalmente, y cuando prácticamente uno estaba exhausto, los turistas se recogían, el barco hacía sonar su enorme sirena y se marchaba tal y como había venido. Muchas veces lo vi partir y desde mi humildad pensé que jamás podría hacer un crucero en un barco. Como ha cambiado el mundo y el tiempo: Los extranjeros parecían una raza aparte. Con un modus vivendi inalcanzable para nosotros.

Por otro lado, después de la partida había una mezcla extraña de rabia, soledad y cansancio. En general la sensación era satisfactoria. Buenas cajas para los negocios y sobre todo ese sentimiento extraño del deber cumplido.

Cuando el barco se marchaba y se separaba del muelle, yo solía entrar dentro de la propia estación. Desde la cristalera, donde tanta gente despidió a otra gente hacia suramérica yo contemplaba la escena. Allí, recortándose contra el sol, contra las cíes, el enorme barco parecía un mundo inalcanzable para nosotros. En la soledad de aquella enorme estación maritima -un sitio gigantesco que ya había terminado de cumplir su función hacía años- el niño que yo fuí recorria todas las cristaleras enormes donde el sol se colaba, amarillento, despidiendo el barco y la tarde. El el fondo, un día lo pensé desde mi razonamiento infantil, aquel barco no era sino un símbolo de poder. De riqueza inalcanzable para la mayoría. Y cuando eres niño, y encima eres pobre, esa sensación destila mucha rabia. Estoy seguro de haberme sentido extraordinariamente pequeño y extraordinariamente pobre en aquellos pasillos. El mundo no es un lugar equitativo. También lo pensé algunas veces.

Lo ví por última vez en 2004, sin atisbo de nostalgia alguna. Lo vi mientras yo navegaba por la ría, en un trayecto hacia cangas. Había madurado, es evidente. No me sentía mejor ni peor que cualquiera de sus turistas. "Un buque enorme, pensé". La sensación de masividad que destilaba el buque me sobrecogió como cuando tenía la mitad de la edad de aquel día. " Una de las pocas cosas que quedan iguales de cuando yo era un muchacho". Luego lo supe: aquel era su último viaje.

viernes, 5 de junio de 2009

UNA CONVERSACION FICTICIA


Contempló el mar desde el muelle. La marea traía el agua a la playa. Ons estaba desierta. El pueblo aparentaba vacío. Había desayunado en Acuña, con las fotografías de Julio Iglesias en diferentes poses con los dueños del local, adornando la pared. Café con leche. Es un día hermoso. Muy hermoso, se dijo. Pronto vendría el calor. Y luego bajó a la arena, mientras el pequeño faro rojo del muelle vigilaba sus pasos.

Allí lo vio y pensó que era un espejismo. Luego recapacitó. Un instante nada más. Lo asumió en un lapso breve. En realidad estaba en la cama, echado hacia la derecha, como siempre, sujetando las piernas de su amor con las suyas. Y todo esto no era real. Si él estaba allí, es que no podía serlo, puesto que ya hacía años, muchos años, que se había marchado para no volver jamás. Lo entendió, no había espacio para la angustia o la irrealidad. Perfecto: estaba soñando. Era un sueño. Vívido, inusualmente vívido y coherente hasta ese momento. Notó el sabor del café en la boca, el sol en la piel, la brisa del mar. Caramba con mis sueños, se dijo. Un sueño multimedia, multiforma. Está bien, se dijo, ya que es un sueño, veamos hacia donde va. La luz del cielo se volvió irreal. Oníricamente correcto, pensó.

Su imagen era tan vívida y real que casi asustaba. Entonces se dio cuenta de que siempre lo recordaba así.. Sus zapatos negros enterrados en la arena hasta la mitad. Su Jersey blanco de rayas azules. Y su escaso pelo negro, con alguna cana entreverada. Su cara de niño grande, sus piernas extraña metidas en su pantalón negro gastado. Sus perpetuos cincuenta y cuatro años. Contemplaba el mar. Con aire distraído, pero a la vez completamente consciente de la presencia del otro. Se sentó a su lado. Hasta la arena era prácticamente perfecta. Debo tener un cerebro privilegiado para estas cosas, pensó. Seguro. El otro dijo hola, con una voz demasiado conocida. Era curioso: como el cerebro podía recordar una voz desaparecida hacía 14 años.


-Siempre parece que estamos condenados a vernos en una playa, le dijo. Recuerdo que cuando era niño los mejores momentos que recuerdo contigo eran precisamente los que pasabamos aquí.


-Es cierto, respondió –y su voz sonó de nuevo extrañamente familiar- parece que las playas son los sitios que escogemos para vernos. Recuerda a Manrique con sus analogías. Seguramente es que la playa es el único sitio a la orilla de tu mundo y el mío.


Se quedó mudo con la frase. El hombre le sonrió. Era una sonrisa velada y triste.

-¿Todo bien?


-Si. Se me hace extraño verte.


-A mi también. También se me hace extraño verte a ti y en lo que has cambiado desde que te dejé. Pensé que no tenías sueños, futuro o salida. Y resulta que ahora te veo con una familia formada, con hija, con mujer… y vives en otro lugar distinto. Demasiados cambios para mi. Pero me gusta verte así, con las ideas más claras.


-Demasiados cambios es lo que pienso algunas veces. Pero de ellos aprendí lo mucho que habíais trabajado los dos por nosotros. Lo mucho que sufristeis, lo mucho que nos queríais. La enorme diferencia entre tu tiempo y el mío. Ahora que todo parece más fácil, más sencillo.



-Tu tiempo no se diferencia demasiado del que yo viví. Por aquel entonces, todo parecía encasillado. Había un tiempo para cada cosa. Cada cosa con su tiempo. Un hijo no era algo deseado, era una consecuencia normal de un matrimonio. Y no existía otra forma de vida que la del matrimonio. Vuestras elecciones ahora son más libres. No hay inercias.


Pasó una gaviota, volando, como en la canción de Silvio Rodriguez. Y pensó que su sueño tenía hasta pájaros enormemente reales. A lo lejos un barquito cabeceaba entre las ondas. Un barquito de cáscara de nuez, adornado con velas de papel, cantó en su mente.. El otro se le quedó mirando a los ojos, y luego le dijo:


-Esa te la he cantado yo a ti muchas veces.

Lee el pensamiento, se dijo. Es normal, es un sueño. Que pena. Hacía tanto tiempo que no lo veía y se marchará en breve.


-Eras un niño muy lindo. Una preciosidad. Te dejábamos el pelo largo, tal y como se llevaba a principios de los ochenta para verte con tus melenas al viento. Cuando corrías te flotaba. Te rebotaba. ¿te acuerdas?


-Ya no me acuerdo de cuando tenía pelo, dijo el otro. No me imagino con él.


Tocó su cabeza y la encontró lisa, afeitada, suave. No recuerdo haberme afeitado la cabeza, se dijo. Ah, es verdad. Es un sueño.

El hombre de los cincuenta y cuatro perpétuos se levantó. Soltó un suspiro.


-Me alegro de haber hablado contigo. Me alegra haberte visto. Cuida de todos. Cuida de los tuyos. Cuídate tu. No permitas que nada os separe antes de tiempo. Hoy te traigo este mensaje. Sé tu mismo. Ama a los tuyos. Como yo os cuidé, todo lo que pude, en su tiempo.

El otro se puso de pié. Una voz de mujer lo llamó a lo lejos, en el muelle. Era ella, con el bebé en brazos. Espera, le dijo al otro, y de paso te la presento. El hombre sonrió tristemente. El otro subió desde la playa, corriendo hacia la mujer. Quien era ese hombre. Se volvió y ya no estaba. En el mar había unas ondas sospechosas. De pronto sintió como si subiese a un tobogán, hubo un destello y se encontró en la cama.

Ella dormía a su lado. El bebé, haciendo pequeños suspiros, soñaba cómodamente en la cuna. Recordó que él también había estado alguna vez así.

miércoles, 27 de mayo de 2009

La vida empieza a los treinta y siete

Sur de Tenerife
Viernes
Tomo café. Barraquito. Cuánto tiempo. Rico y fuerte. Los demás toman de todo un poco. Caipirinha. Café especial, Gin tonic, Cerveza, Rioja.. En el mar, teñido al fondo de gris, un barquito de vela se mueve con soltura en el horizonte. El viento que trae la noche es cálido. El sueño del verano se acerca. Las lonas que hacen de techo del local me recuerdan a otros viajes, otros lados, otra gente.

Mueve los bracitos. Es tan pequeña y mira, míra como la hemos traido tantos kilómetros. Mueve un brazo, luego el otro. Qué bonita és. Un epicentro formado de nosotros y por nosotros. La protagonista principal de todo y por todo. Hace que se borre la distancia y la nostalgia. Nada es tan grande como ella. Tiene frío. La acurruco contra mí. Es increible. Esos ojos llenos de cálida inocencia lo inundan todo. El mar, al fondo, me ataca con una andanada de recuerdos. Y de pronto rie, rie con esa risa que es un paisaje hermoso lleno de amor y dulzura. Esa risa que me arrasa por dentro, que me vuelvo loco, loco. Esa risa que se contagia a todo, a los ojos, a los labios, a las orejitas diminutas. Y esa risa derrota al mar, que recuerda a otro, a otro escenario, a otra etapa de la vida. Y entonces entiendo. Ya nunca, nunca más podré sentirme nostálgico de nada. La vida empieza de nuevo. ¿quién dijo que no se podía empezar a vivir a los trentaisiete años?

martes, 26 de mayo de 2009

Aviones

Hubo un tiempo en el que los aviones me recordaban la libertad. En realidad pasé por todas las divisiones posibles: Tierra, Mar y aire... al estilo de los cuerpos del ejército. Empecé hace años añorando los trenes que- al contrario de los de Sabina- viajaban hacia el sur. Eso me sucedió en la veintena, con el corazón sangrando pena por los cuatro costados. Los contemplaba desde los puentes peatonales que discurren siguiendo la vía en mi ciudad natal. Allí lloré muchas noches en silencio, contemplando los trenes que se iban y se iban. Era el llanto de un huérfano reciente con el corazón roto por amores de mala hora. Un cóctel explosivo. Antes me había pasado con los barcos, cuando niño, a los que podía observar durante horas y horas. Miles de horas. Y eran de todo tipo: los remolcadores que parecían tipos gorditos de cara alargada, los transbordadores, que eran los barcos que siempre volvían, los ro-ro y los cargacoches, que eran como paredes puestas en el mar. Los contemplé con alma de niño y sentimientos de niño. Evadiendo mis problemas a través de ensoñarme con ellos.

Y en la treintena surgieron los aviones. Me gustan sus formas. Sus líneas estilizadas. Sus alas. Y sobre todo esa sensación a viaje largo y a escenarios nuevos. Lo escribía Miguel Ferreiro en su Blog hace unos cuantos dias. Comentaba que a él los aeropuertos le transmitían una enorme sensación de nostalgia. A mi algo parecido. Tengo nostalgia cuando nos los veo y me produce morriña ver allá a lo lejos, a cien mil metros de altitud, como cantaba Toquinho, los aviones discurriendo blancos sobre un cielo azul. Hace pocos días me curé de la nostalgia. Volvimos a viajar a tierras nuevas y a espacios nuevos. Esta vez con pasajera nueva a bordo. Espero que a ella también le gusten los aviones. Sus sonrisas parecían demostrarlo.

lunes, 6 de abril de 2009

Terror Tecnologico

Recibí el otro día un email. Se trataba de una vieja amiga en el cual, lo primero que dejó claro es que no se llevaba bien con las nuevas tecnologías ni con nada de eso de las redes sociales o el propio mundillo de los blogs. Y casi se mostraba molesta por todo lo que comenté de que podía dejar un mensaje en este blog, o a través de cierta red social a la cual estoy suscrito. Casi resultaba oferndida "tengo demasiadas cosas en las que pensar como para ponerte a eso" se desprendia de su mensaje. Es curioso que la divulgación de la informatica no haya alcanzado a todo el mundo por un igual. Al día de hoy, y en la sociedad en la que vivimos, estar aislado de esa tecnología, bien sea consciente o inconscientemente no deja de ser una anacronismo lamentable.

Ya no hablo de videoconferencias u otras cosas. No hablamos de voz sobre ip. No hablamos de webmail masivo. ni de p2mail. Hablamos, simplemente, de dar un pequeño paso en el conocimiento. La tecnología nos brinda maravillosas formas de comunicarnos -algunas a un precio tan bajo como la misma gratuidad- y sólamente una actitud cerrada y poco abierta ; una actitud negativa de génesis entiendo que por desconocimiento, a este sistema pueden justificar semejante postura.

Cuesta creer que gente ilustrada tenga tal aversión a algo de uso tan amigable como es la propia informática. Y el siglo XXi sin duda alguna será el siglo de la tecnología de la información. Puede gustarnos más o menos, podemos estar mejor o peor adaptados, tener más o menos conocimientos sobre el tema. Pero desde luego, el camino marcado debe ser recorrido. De nosotros depende hacerlo con un traspiés detrás de otro, rezongando y maldiciendo en las piedras del camino, o por el contrario seguir un sinuoso caminar. Bueno, también existe la posibilidad de quedarse parados. Como los ermitaños.

miércoles, 1 de abril de 2009

Credo

Vi tus ojos, y me ví en ellos. Las manos de quien más amo. Los hombros de mi amor. Tus pies son los pies de quien más quiero. Ella dice que tu boca es mi boca. Que son iguales. Con ese piquito pequeño en el labio superior. Me dice: fíjate, fíjate. Y tiene razón, pero me hago el remolón. Te veo detenidamente y sé que soy yo y que tu eres yo. Y que eres quien más amo. Eres un milagro incólume. Tus ojos, pese a lo que ella dice, son sus ojos. Grandes ojos. Enormes. Como los de la tia Lucía, que te taladran, te te escrutan por dentro. Tus manos: la palma es mía y el anverso, de ella. La miro. La artífice de todo lo que ahora eres. La quiero tanto por ti. Te quiere tanto. Te amamos tanto que a veces pensamos que el pecho nos va a estallar cuando te vemos desnudita en el baño, dando patadas increibles; siguiendo con la mirada sus ojos, su olor y te estiras toda nerviosa dentro del agua caliente, como queriendo alcanzarla.

Creemos en ti. Tu eres nosotros. Nuestra mejor obra. Nuestro mejor cuadro. Nuestro mejor libro. Nuestro verdadero, incondicional, auténtico e inquebrantable amor.

Nuevo, nuevo, nuevo y limpio cariño nuestro. Creemos en ti. Creemos en nosotros. Y hasta el final de mi tiempo, verdaderamente te daré todo lo mío, porque lo mio es tuyo.

Creo, creemos, en ti. Y en todo lo que eres. Y te daremos todo lo posible para que seas lo que quieres ser. Para cuando un día leas esto. Recuerda que eres nuestro verdadero credo.

martes, 31 de marzo de 2009

La tierra será un paraiso. (El Precio de Vivir)

Pasamos estos días por grandes alegrías e insólitas esperanzas. Quizá esta espiral de sensaciones nuevas que he tenido ultimamente son la parte más importante de la vida. No puedo dejar de sentirme especial o tocado por algún tipo de bendición. Y eso me hace contemplar la vida en una pespectiva que , no por ser insólita, deja de ser dulce y balsámica algunas veces. Lo noto al transcurrir las horas. El sol afuera brilla en un día azul. Y como dijo Sabina en una canción: El campo está ya verde y debe ser primavera.

Los corazones laten con la fuerza de lo nuevo y renovado. Las pupilas se encandilan de lo nuevo y lo renacido. Todo irá bien, dice algo por dentro. Todo irá bien. La tierra será un paraiso de cálidos y brillantes dioramas. Como cuando siendo un jovenzuelo pasaba las tardes al sol, perdido en el campo, entre los bosques de la Madroa, contemplando la bahía y la ciudad a lo lejos. Recuerdo de la juventud, con los barcos al fondo del mar, enfilando las islas y saliendo en la bocana. Entonces, el corazón latia fuerte y decía "Que bello, pero qué bello es vivir" Y ahora, dice lo mismo, pero tiene aún más fuerza, más sapiencia, más edad, más madurez. Y en medio de este climax de luz y poesía, en mitad de este momento único y precioso, en la mediatriz de toda esta experiencia vital surge la pequeña y minúscula sombra de lo perdido en el camino. La tasa a pagar por ser quienes somos ahora.

Perdimos en el transcurso del camino a alguno que queríamos tener en este momento. A otros, afortunadamente, los unimos a la tripulación de este barco de locos que es nuestra vida y la vida nueva que nos une. Pero pagando el precio de que otros naufragasen en el escaso mar de la vida. Nombres ilustres, de viejos amigos que en cierta forma dejaron de serlo, que naufragaron en nuestra singladura o a los que no supimos salvar o prefirieron tomar otro rumbo. Perdimos a Jose, vete tú a saber por qué, en mitad del recorrido. El amigo se tornó en silencio. Ya nada salvamos de lo que fuimos y su barco se perdió en mitad del horizonte, con la vela desplegada y sin mirar atrás, con la proa al sol y sin atender a las señales que le enviamos. Otro tanto amigas de la niñez, de la infancia, de la pubertad. Personas a las que puedes referirte a la hora de contar media vida. A otros, por la distancia, como ese Víctor, tan amigo, tan hermano, cuyas desgracias familiares nos llegan al corazón como si viviese con nosotros, pero que ya nunca viene a visitarnos por falta de tiempo, de ánimo, de fuerza pero no falta de amor.

Incluso en este tiempo, donde la tierra es un paraíso para estos ojos, asoma sin atisbo de duda la afirmación de que vivir tiene un precio. Y a veces es un precio demasiado alto.

lunes, 2 de febrero de 2009

Hermosa Tarea

El otro día me puse a analizarlo por primera vez en mucho tiempo. Fue como un relámpago azul en medio de mi cerebro. Algo que me dejó sin habla y luego sumido en una profunda reflexión. Yo nací en una ciudad a la orilla del océano, en medio de un momento de opulencia económica y mejora social evidente. Mi infancia más tierna está llena de cielos azules brillantes, de paseos con mi padre y con mi madre por el parque, tardes de bicicletas, de columpios, de sueños que se hicieron realidad.

No lo pensé hasta el otro día. Mis padres, a su manera, siempre fueron felices.

No hace demasiadas fechas, los padres de quien más quiero nos llevaron de viaje hasta Ferrol. La verdad es que en sus comentarios se hacia notar un deje de nostalgia positiva. Comiendo en el parador, con la ría como mirador y con los astilleros militares de escenario al fondo, hablaron de su tiempo en la ciudad, de sus amigos, de sus vivencias y de cómo aquel capitulo de sus vidas se quedó marcado en su piel para siempre. Hablaron de su piso con vistas al mar, de sus niñas, una tan ordenada y la otra tan pequeñita y escuálida que jugaban en el jardín con una cuerda.

Ellos tambien fueron felices, y también a su manera.

Me pregunto si yo lograré hacer feliz a quien más quiero y ése tercer corazoncito cuando ya esté aquí, dentro de poco , muy poco, Espero que dentro de unos años ella también pueda escribir, donde sea, que ella fue feliz y que sus padres tambien lo fueron… aunque fuese a su manera. No cabe la menor duda, la tarea que se avecina es hermosamente inmensa y responsable. Y el resultado sólo lo sabremos dentro de muchos, muchos años. Ojalá sea como mis padres y mis suegros… felices a nuestra manera. O al menos eso espero.

jueves, 22 de enero de 2009

Dioramas (IV)

Feliz año a todos los acólitos del blog... aunque sea con retraso.
Se ha presentado 2009 de pronto y me acabo de dar cuenta de que la década inicial de este siglo toca casi a su fin. El tiempo pasa como un tren. Rápido o lento, según se mire. Pensarlo asusta bastante.

Ultimamente no he tenido demasiado tiempo para escribir. Pido disculpas, pero es demasiado el trabajo en tódos los ámbitos -profesional y personal- que he tenido como para poder sentarme un rato a escribir.
En compensación, nuevamente inserto en el weblog parte de ese proyecto que estoy construyendo llamado "DIORAMAS". Esta vez el relato no es una inserción al completo, sobre todo debido a su extensión. En breve tendré lista la segunda parte. Si logro un rato de libertad para escribir..

En todo caso, vuelvo a animar a todos los que entren en el blog a dejar su comentario en la nueva dirección de correo

DIORAMAS (III)

MARINOS

La tormenta había dejado paso a un enorme claro sobre la ría. Las estrellas habían aparecido. En lo alto, la luna hacía esquina en el ventanal del apartamento. Era, pues, una luna sucia. El ventanal de aluminio que se abría sobre la estación marítima tenía la roña y la suciedad de muchos años y muchos inquilinos. Gente de toda clase y condición. “Siempre la porquería en todas partes-pensé.Era noche de escribir. Noche de Domingo. La televisión escupía resúmenes sobre estúpidos partidos de fútbol mientras la ciudad se preparaba para dormir. Mientras, al lado, tras la pared, el exagerado sonido de una radio indicaba que los vecinos estaban discutiendo. La mesa enfrentada al ventanal estaba plagada de papeles, y con ellos estaba la pluma, los folios blancos, la luz directa de una lámpara sobre la mesay el resto del combinado anestésico de una insulsa tarde de Domingo, donde el teléfono no había sonado, que se había sucedido solitaria e incómodamente tediosa mientras la lluvia del Atlántico bombardeaba sin piedad el cristal. Cortázar me devolvía una mirada plagada de nicotina desde el libro situado al borde de la mesa. Había contemplado los barcos, cargados de piedra, salir enfilando la bocana. También habían aparecido a primera hora de la tarde, los primeros titileos del faro de la isla. Febrero se ultrajaba en tardes de lluvia sin fin. Un atardecer de color cobre discurría como antesala de la noche. “Daría lo que fuera por un rato de compañía”. Los Domingos por la noche eran los días de escribir. El trabajo no empezaba hasta el Lunes, horario nocturno, por lo que disponía de veinticuatro horas libres que eran incluso difíciles de digerir. Siempre había la posibilidad de tomarse una copa en algún club solitario de la ciudad, pero era una perspectiva tan sombría y depresiva que pocas veces la llevaba a cabo. Había redescubierto que escribir era relajante.

Salí de casa con la imagen de Cortázar en la cabeza, haciendo volutas de humo sobre folios inmensos. La calle estaba empapada, pero las estrellas seguían dando brillo allá en lo alto, en medio de las nubes hechas jirones de algodón. Pasé al lado de la consignataria Durán, que ofrecía viajes a lugares exóticos llenos de color y sonrisas plastificadas. Contemplé una de esas risas ñoñas y mojadas a través del escaparate. Hice una mueca y me acomodé dentro del abrigo de marinero. La calle estaba desierta. El restaurante del Hotel Bahía parecía un desierto de manteles blancos. Desde el escaparate parecía un lugar sin sentido. Un camarero esperaba a que terminase turno, enfundado en su smoking blanco, bostezando estrepitosamente. La luz de amarilla de las bombillas le hacía parecer más viejo todavía.

Decidí salir sin rumbo. Buscaba algo que contar o simplemente matar unas horas que no me servirían de gran cosa. No aguantaba la soledad. Prefería el ruido de mis zapatos sobre las aceras mojadas que el sonido de la calefacción del apartamento, o el ruido de las discusiones y las fornicaciones que la pared me traía siempre. Estaba cansado, que demonio, de encontrarme con todo el mundo a través de la pared. Odette era la anestesia de este tipo de días. Aparecía por casa, con su carita de niña buena y sus muslos opulentos, sus pies de infancia sobre la alfombra, sus ojos tímidos de niña. Pero Odette y yo habíamos decidido distanciarnos. Realmente el que había tomado aquella decisión era yo. Odette tenía casi doce años menos. Era una niña, desde mi punto de vista. Una niña de veinticinco años, lasciva, con cara de niña mimosa de apenas veinte. Una Naomi Campbell joven, recién salida de la casita de papá y mamá, lista para buscar las aventuras que el mundo ofrecía. Me sentía solo. Por dentro tenía la extraña sensación de que me habían dado una paliza emocional. Afuera los coches se movían por todas partes, eran puntos de luz que se movían a la velocidad del rayo, pasaban a mi lado y me salpicaban. No me importaba en absoluto.

“Odette no ha llamado” –pensé. Y al hacerlo fríamente sentí un poco de miedo. Miedo a no significar nada.

“Puñetera Cría”

Crucé la alameda, en dirección al puerto deportivo y el club nautico. Los coches quedaron atrás, envueltos en las primeras gotas de una nueva lluvia. Sentí mis pasos sobre la gravilla. Me gustó aquella sensación y el sonido de las finas gotas sobre las piedras.

Empecé a recorrer el muelle sobre el que se extendían los pantalanes. Me gustaban los barcos. Concretamente los veleros. De niño había pasado días enteros mirando los remolcadores, los cargueros y los cableros. Pero en el fondo lo que me gustaba era la sensación de serenidad que transmitían los barcos de vela. Yo no servía para navegar, lo tenía claro, pero me gustaba contemplar una y otra vez la llegada de los barcos a puerto. En días como aquel, la afluencia al club náutico era mínima, por no decir inexistente. Entonces me perdía contemplando las embarcaciones, que asemejaban ingrávidas sobre una materia oscura que era el agua del puerto. Contemplando el paraje los pensamientos parecían fluir.

-“Dónde se habrá metido Odette”

Encendí un cigarrillo que estaba seguro de que me iba a sentar como un disparo en el pecho. El sabor del mentolado corrió libre por los pulmones. El sol ya se había puesto. Era cuestión de minutos que el tipo de seguridad viniese a echarme fuera. Las últimas parejas habían salido después de darse el lote junto a la baliza roja de la entrada. El cartel de “Velocidad máxima: 2 nudos” empezaba a deshacerse ante la falta de luz. Las dos balizas iluminaban sincrónicamente a intervalos la entrada al muelle. Las olas rompían despacio en el malecón. El club náutico encendió las luces y me quedé absorto contemplando la estructura del edificio, que asemejaba la forma de un barco. Yo no era un marino. Sólo era un pobre náufrago en una tierra demasiado pendiente de si misma como para mirar al mar. Las luces del pueblo de Cangas empezaron a mostrarse lentamente amarillentas. La ría era un espectáculo divino, pese a la falta de luz. La noche ganaba espacio una y otra vez. Me encontré solo ante un espectáculo corriente y vulgar. Cada día desde el apartamento contemplaba un puesta de sol semejante y una llegada del crepúsculo exactamente igual. Estaba demasiado acostumbrado a ello. Pero seguía teniendo el mismo efecto narcótico sobre mis inquietudes. Contemplar el mar es algo divino cuando te sobra el tiempo. Odette fluía entre las ondas una y otra vez como un pensamiento maldito. Ondas y más ondas en el malecón. Un eterno fluir. Ahora despacio, ahora más fuerte. Mientras, la luz de las balizas ganaba espacio en el escenario según se alejaba el día y ganaba espacio la noche. Odette estaba ida, desaparecida. El domingo era un día vacío sin ella. No quería llamarla, sin embargo necesitaba que ella me llamase, que estuviese pendiente de mi. En el fondo yo era un egoísta emocional. Lo más sencillo era mandar todo a paseo, pero desde que Odette había entrado en mi vida, sentí que me había dado la vuelta a todo. El apartamento era nuestro escondrijo del mundo. Contemplábamos durante horas el trasiego de barcos, olvidándolo todo, y contando las veces que el transbordador llegaba a Moaña o a Cangas. Bebíamos oporto y nos refugiábamos del frío del invierno dentro de alguna de las pesadas mantas mientras discurría la tarde. Si llovía, retozábamos dentro de aquella envoltura durante horas y horas. Si el día era mejor, contemplábamos la ría durante un rato después de comer y salíamos a pasear, con el coche o andando. Un día me sorprendí a mi mismo deseando demasiado la compañía de Odette. Fue justamente el día que decidí alejarme de ella. No podía negar la evidencia: la echaba de menos.

“Febrero se acaba-pensé- y en breve estará aquí la primavera. Me iré de viaje a algún sitio en donde haga calor y los dioramas tengan mil colores. Me olvidaré de la lluvia, de la puta factoría y de la ciudad. Como los carteles de la agencia de viajes. Un lugar lleno de luz. También me olvidaré de Odette y todo será mejor así”

Aspiré una fuerte calada al mentolado. El humo salió en dirección al Xaxán. El viento lo trajo de vuelta.

“Maldita cría”

Estaba absorto en mis pensamientos cuando algo me sorprendió. Al fondo del pantalán principal observé una escena curiosa. Un tipo de la seguridad del club náutico intentaba infructuosamente ayudar a atracar un velero de doce metros. El hombre que estaba a la caña me pareció gigantesco, moviendo a grandes volantazos el timón de la nave. La embarcación se había atravesado cruelmente en medio de la maniobra. La popa se estaba yendo al garete y el pobre tipo de seguridad, que estoy por apostar que no había ayudado a atracar un barco en su vida, intentaba acercarla tirando de bichero. Sin embargo, el patrón al timón movia la rueda una y otra vez de una manera ostensible intentando compensar con su pericia parte de la torpeza del otro. Pero algo no funcionaba bien en todo aquello. Me sorprendí a mi mismo ofreciendo mi ayuda. El tipo del timón no lo dudó ni un solo instante, ante la estupefacción del otro, que seguía tirando con más pena que gloria del bichero, (el cual corría un riesgo cada vez mayor de acabar en el fondo del agua gracias al precario equilibrio y poca pericia del que lo sujetaba.). Salté desde la parte superior del pantalán a una embarcación contigua, un pedazo de chatarra flotante oxidada que casi me cuesta un buen resbalón y acabar con mi cuerpo en medio de la basura flotante del muelle. Desde de la popa del otro barco el que iba al timón me largó otro bichero. Compensando y haciendo par de fuerzas, al tiempo que con algún pequeño milagro, y con la banda sonora de las imprecaciones del tipo del timón mentando a la madre de un tal Ismael, logramos poner la popa recta, y abarloar el barco, mientras el motor de maniobra del velero sonaba extraordinariamente ronco y húmedo. La madre del tal Ismael dejó de ser mentada y el velero entró despacio a su lugar de atraque, en medio de un gigantesco yate y el pedazo de chatarra en el que yo me había subido. El tipo del timón respiró aliviado y se dejó caer de culo en la bañera en cuanto apagó el motor. La escena no dejaba de resultar jocosa. Aquel tipo cercano a los dos metros de altura, literalmente abierto de patas junto a la caña, sudando copiosamente.