miércoles, 16 de junio de 2010

Enredado entre tus brazos, mar adentro.

 

Tu mirada y mi mirada
como un eco repitiendo, sin palabras
‘más adentro’, ‘más adentro’
hasta el más allá del todo
por la sangre y por los huesos.
Pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto,
para seguir con mi boca
enredada en tus cabellos.
 
RAMON SAMPEDRO

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Cierro los ojos y el alma se va, se marcha más allá de esta vitrina. Los coches se quedan aquí, se queda el calor, los comentarios capciosos,, la tensión, el ambiente enrarecido, el aroma corrompido del abrillantador de neumáticos, el movimiento de las banderolas. Cierro los ojos. Salgo corriendo mentalmente. El interior vuela en un tiempo libre. Hay un fogonazo de luz. Resuena en el oído Manolo García diciendo que sobre los tejados se esconde la tarde como el humo de un cigarro que fuma Carlos Gardel.

   y un dulce licor le hiere, salvaje. Y me veo en una playa, sentado en una tosca mesa de madera marina, Y veo a mis dos niñas, corriendo por la arena, mientras un sol rojizo se desangra sobre el mediterráneo.

Ensueño una playa andaluza desierta, ensueño los cuatro pies pequeñitos haciendo huellas sobre la arena mientras bebo agua helada. Y me ensalzo con ellas, y como dijo un poeta moribundo me enredo entre sus brazos y sus cabellos Son mis niñas, son ellas dos, mis dos pedazos, mis dos trozos. Cierro los ojos y el alma se va, esperando ese momento. Y sé que estoy vivo, y sé que puedo estar un día muerto. Y en ese instante solo tendré un deseo: perderme enredado entre sus brazos, mar adentro.

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