lunes, 10 de noviembre de 2008

Extraños en el tiempo.

En cierto artículo escrito desde este mismo medio alegué en cierta ocasión a esa dimensión de la nostalgia que abarcaba la quincena y buena parte de la veintena. Este fin de semana me he dado cuenta de que finalmente las nostalgias dan un recebe de pintura demasiado perfecto. Nada es como lo recordamos algunas veces. Y en eso Ire tiene razón: cada época tiene sus personajes y ése es su contexto. Fuera de él, aparecen distorsionados y esquivos, huraños y desconfiados, reconocibles y distantes.
Me vi envuelto - y casi no quise- en una invitación. Tenía ganas de ver a quienes formaron parte de mi vida durante el lapso de vida de la juventud. Ire me preguntaba si realmente tenía ganas de verles. Por supuesto, le dije, pero estoy seguro de que el tiempo ha hecho estragos entre nosotros. Y no me equivoqué. Siguen siendo aquellos rostros reconocibles. Siguen siendo los amigos de toda la vida, a los que te referirás a tus hijos contándo de ellos mil batallas y aventuras. Y en los amores de mala hora, las noches de vino sin rosas, los atardeceres y puestas de sol de mil confesiones aparecerán sus rostros, sus nombres y sus andanzas. Pero, como ya dije, todo aparece cambiado. No hay la confianza de antes, nuestros nombres no se buscan como antes, los teléfonos permanecen mudos. Ya no son la referencia de antes. El tiempo nos cambia. Somos iguales y somos distintos. La vida pasa, y en todos nosotros deja una huella de cada vez. y según pasa la vida, definitivamente ya no somos los que antes eramos. Es un juego terrible, pero real.Moix escribió una vez que los fondos de las maletas eran abismos terribles donde los recuerdos tomaban formas diferentes y temibles. Quizá yo mismo tuve esa sensación. El tiempo nos ha cambiado tanto. De nosotros queda la cáscara que nos contuvo. Parafraseando a Silvio Rodriguez: los de ahora somos cómo sábanas blancas tendidas al sol después del amor. Testigos mudos de lo que un día fuimos.Volví a casa. El mundo es un poema repleto de estrofas asonantes y arritmicas. Vuelvo a mi vida, a mis problemas, a los amigos de ahora, a los dioramas conocidos. Ire tiene razón: la vida no conoce pretéritos. El pasado no existe en ningún lado. Debemos seguir adelante. Los amigos de ahora están aquí y no en otro lugar. Quizá por primera vez he decidido desmarcarme de la nostalgia de ahora en adelante. No podemos convertir en perfecto lo que en su tiempo desde luego nunca lo fue. Casi nada mejora con el tiempo, tan sólo el vino. Y las copas de hoy hay que llenarlas hoy, para los brindis por el mañana. De todas formas espero que sigan en cierta forma las copas de los viejos amigos dispuestas para ser llenadas. De verdad que lo deseo. Que se llenen de buen vino y que yo lo vea. La nostalgia ya no existe. En el fondo se ha vuelto un incordio. Y es que el tiempo nos convierte a todos en extraños. Nos puede gustar. O no.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Leo lo que dices y no tengo más que darte la razón en todo. Nada es como antes, es verdad, los teléfonos permanecen mudos durante largo tiempo, el tiempo impasible transcurre sin darnos cuenta y poco a poco se va perdiendo el contacto, antes cotidiano.

Al menos, de vez en cuando, cuando circunstacncias de la vida nos vuelven a juntar o incluso el azar mismo, nos consuela el hecho de rememorar viejos, tiempos pasados, que no olvidados para ninguno, los cuales quedarán siempre imborrables en las mentes de todos y cada uno, siempre al lado de una buena copa de licor.