jueves, 22 de julio de 2010

Sin Derecho a la Tristeza

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Si miro detenidamente mi vida no tengo derecho a quejarme de nada. Algunos amigos y familiares, sin embargo, me reprochan que ultimamente tengo un mal humor constante y un ceño fruncido que algunas veces da miedo verlo. Bajo esa atmósfera de buen humor en general subyace mi inquietud particular. Me pueden algunas responsabilidades y me pueden de igual forma algunas personas, o mejor dicho, personajes. Creo que dentro de unos años recordaré esta época como algo semioscuro o semi iluminado. Cuando llego a casa me lleno de buenas energias, y de ánimos para hacer cosas. Luego se impone la realidad de la rutina. Siempre lo mismo.

Pero ¿no será que mi organismo se hace eco de toda la mediocridad que me rodea, que nos rodea ultimamente?

Este país parece querer seguir deslizándose en punto muerto por la pendiente del futuro. La camarilla y la ralea que nos gobierna y nos quiere gobernar no dejan mejores esperanzas, solo corruptelas, solo frases lapidatorias, solo reproches tipo “… y tu más” y poco o nada de politica para la gente, ninguna solución, solo el poder, el amarramiento al poder o el atisbo del poder. Esa aurora de luz presentida que les hace mediocres, mentirosos –si no lo son ya- olvidadizos, mentecatos, embusteros, corruptibles… Camarilla asquerosa que solo pretende el posicionamiento economico de una oligarquia dentro de una nación. Me vienen ahora los politicastros inventando problemas de naciones absorbidas, de problemas de comunidades con España, todo con la misma excusa: el poder, el dinero. Por eso necesito un estatuto nuevo: para que me des más dinero. Por eso necesito llegar al poder, para poder manejar más dinero. Casta abominable, ralea absoluta, cretinos de corbata. Los demás no tenemos derecho a nada en vuestra infinita ansia de poder e influencias. Ni siquiera tenemos derechos a la tristeza. Nos la cobrais por adelantado.

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