jueves, 7 de enero de 2010

Noche helada de Reyes

Tengo esos momentos. Aparecen y desaparecen. Esta noche, por ejemplo. Dia de Reyes, la noche había caído y pasando con el coche por el extremo de la ría, en Arcade, las luces tímidas de Vilaboa me reconfortaron. Fue un instante, un lapso. El alma parecía querer quedarse en la noche gélida. El coche quería detenerse, disfrutar del frio y del paisaje de alrededor. Arcade guarda alguna de las almas que más quiero. Esta Yago, mi tierno Yago. Mi bruto corazón. El hermano adoptado, sus niños, su Pilar. Y está tan a mano, tan cerca, tan dentro de uno... como el helado paisaje de un dia de reyes. Que sé que lo tengo dentro, como a Victor, ese extraño ser que un dia se metió dentro de mi vida para siempre, cwmo si siempre nos hubiésemos conocido, como si siempre hubiésemos hablado desde pequeños. El amigo de la infancia que encontré en las doradas épocas de juventud. Vino y Rosas por doquier, conjuntamente con traición y lágrimas. Bohemios absurdos somos en una época en la que no hay nómadas.  Me hielo por dentro y me abraso de calor. La suerte que tengo, me digo algunas veces, de que haya gente como ellos por la vida. Y que me aguanten como me aguantan  siempre. El tiempo en ellos no pasa. Son eternos. En estos tiempos, amar a un amigo es arriesgarse. Pero es un riesgo que asumo, aunque la perspectiva sea poco halagueña según la experiencia de cada uno.

Por eso ahora, en cama, con los pies calientes, con un trozo de roscón de reyes haciendo la digestión, sigo pensando en ellos. Y en el escenario que los contiene. Su pueblecito -ya no tan pueblo- sus  barquitos pequeños en el agua, San Simón como helado testigo, cápsula del tiempo incólume de una época pasada. Y pienso en ellos porque es mi mudo homenaje a quienes somos y a quienes fuimos y qué fue lo que nos unió. Quien más quiero, duerme. El momento me llena de paz. Ojalá mis dos viejos amigos lean estas lineas y compartan el sentimiento conmigo. En ese pequeño pueblo al fondo de la ría. Ese lugar que ellos llaman hogar.

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