martes, 26 de enero de 2010

El corazón es un León que acecha en las espigas.

Durante tres días he visto nevar. Afuera el momento era dulce e insólito. Dentro, el momento era extraño. Hoy ha salido el sol, y apenas ha calentado. El invierno, como decía Yazoo, en cierta forma mata.


El hecho de escribir, es un hecho reflexivo. Me gustan estos momentos, en los cuales estoy solo yo, con mis pensamientos. La casa está tranquila. Todo es silencio. Planifico el día siguiente de una manera más o menos mental. Que haré que no haré. El halógeno proyecta una luz amarillenta sobre el escritorio nuevo. No hay vida más allá de las ventanas. Todo fluye. la calle se desdibuja fuera, en medio de una madrugada helada. Soy yo, estoy yo. Aquí, en mi torre solitaria, alejado, en el extrarradio. Y la sensación de paz es estimulante.

Paz, era eso, eso que me faltaba. Paz, eso que añoraba. La tengo dentro. Y sé que mi corazón está aquí, deambulando en alguna parte, en medio de estos cambios, en medio de mis incertidumbres. Mi seguridad se ha ido deshaciendo como un cubito de hielo en un vaso lleno de bourbon.  Abandonado por muchos de los que ame. Abandonado por muchísimos de los que ayudé en un determinado momento de la vida. No me importa. Sé quien soy y porqué estoy aquí. Estan ellas, mi familia, mis trozos de mi. Que nadie lo dude. El corazón es un León que acecha en las espigas. Espero la luz de un nuevo día, el sol de un nuevo verano.  Que nadie toque a la manada. Acecho entre las sombras.

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