sábado, 24 de diciembre de 2016

Héroes

Permítanme aprovechar el dia y el momento. Vispera de nochebuena, tarde gris y casi devenida en noche. Santiago fresco de antesala de invierno. Llevaba ya unos días pensando en esta entrada del blog. Y finalmente el tiempo – siempre escaso – se me ha echado encima. No tengo demasiado fácil tener espacios para escribir, y como se dice por ahí ‘esta vez el toro me ha cogido’.  Sobra un poco la disculpa pero quiero ponerla, por si acaso. Por eso llego hasta la nochebuena. La casualidad no existe:  no me parece dia más adecuado que éste  para escribir lo que hoy quiero decir.

No sé si es por la edad, o por los niños, pero llevo meses sintiéndome algo nostálgico de mi propia infancia. La infancia es el lugar donde uno siempre vuelve. Y yo vuelvo todos los días un ratito gracias a los niños. Tengo suerte. Diego crece a toda máquina y Paula también. Demandan tiempo, demandan afecto, cuidado, cariño. Además demandan que hagas cosas con ellos, que los tengas incluidos, presentes y copartícipes de tu vida. Que son protagonistas. Que lo quieren ser. Un niño necesita sentirse parte de la vida de un mayor. Un niño necesita saber que és una parte importante de la vida de alguien. Sentirse el protagonista de una película propia, que es la vida. Una vida que derrocha fuerza, que tiene todo por delante.

… y de ahí mi nostalgia sobre mi propia niñez.

Reconozco la suerte de haber tenido a gente que me hizo sentirme protagonista de mil aventuras y hazañas en la vida. Gente que convertía una mañana de Sábado o Domingo en un hecho  insólito, en un acontecimiento, en un lugar que ahora guardo en la memoria lleno de color y de sensaciones únicas. Tuve mucha suerte. Yo tuve a los mejores entrenadores de futbol del mundo. A los mejores piratas para las mejores aventuras. A los mejores organizadores de actividades extraescolares del mundo occidental. A gente que convertía una acampada en algo increíble, que convertía una excursión a Playa América en un recuerdo imborrable, o hacer un magosto en Liñares en el acontecimiento social del año; o incluso que escaparte el Domingo a Meira fuese como el viaje al lugar más exótico del mundo y lograban  convertir el buceo en una pasión dentro de las aventuras de unos niños de una docena de años. También lograron  que una camiseta celeste y un escudo  se haya convertido en una bendita maldición a lo largo de toda mi vida


un hecho insólito, en un acontecimiento, en un lugar que ahora guardo en la memoria lleno de color y de sensaciones únicas.
Fueron únicos.  Unicos para mi vida. Y estoy seguro que para la de otros que andan por estos mundos de Dios y que en determinado momento fueron mis cómplices de aventuras.
Y todo esto me vino heredado la semana pasada. Ruth hablaba de su viaje a los Estados Unidos. Tarde de domingo anterior. Café de Chitty suave. Galletas. Hablaba de la visión de los norteamericanos de sus héroes, los policías, los bomberos… Esa visión global del héroe como elemento de idolatración, veneración y respeto.  Si, quizá sea un tema muy propio de los pueblos en general. Puesto que todos necesitamos héroes a nivel colectivo. Alguien que nos salve la vida en un determinado momento.

Y la vida puede salvarse de multiples maneras. Por eso yo hoy quería escribirles a mis héroes.. Queria escribir a Josechu, a Ricoy, a Toñin, a Celso y Roberto – allí donde estén – y darles, sobre todo,  las gracias. Gracias por haberme convertido en quien soy. Gracias por haberme dado estos recuerdos tan hermosos para toda mi vida. Que no sabéis lo bonitos que son y no sabéis todo lo que me han llenado desde siempre.  Gracias por haber hecho que mi infancia, que parecía condenada a lo anodino e intrascendente, se haya llenado de estos momentos tan coloreados y coloristas.  Y gracias, porque en el ejemplo que vosotros me disteis, iba la motivación para intentar ser el mejor padre posible para mis hijos, y el mejor tio del mundo para mis sobrinos. Gracias, porque sois mis héroes.    Porque ser un héroe no es fácil, ni sencillo.  Y porque salvarle la vida a un niño a base de hacerle sentir protagonista de la aventura de la vida, y crearle todas las aventuras de bolsillo para toda su existencia, se me antoja toda una hazaña.

Y esos bolsillos no me los vaciarán jamás.




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