domingo, 17 de octubre de 2010

Día de corazones.

Escribí hace un año, aproximadamente, una pequeña composición para uno de nuestros corazones favoritos que contraía matrimonio. Me siento bien por hacer este tipo de cosas. Acompaño a los felices en los momentos felices y a los tristes en los momentos tristes. La vida tiene estos altibajos ultimamente. Me decido por hacer todo para todos. Me siento bien, insisto, en este tipo de rol. Se me da bien. Y eso es mucho teniendo en cuenta las dificultades que tiene hoy en día vivir.

Escribo, pues, para dos de mis corazones favoritos. Con ellos alcé mi copa, el día de mi boda, y por ellos pedí un brindis. Vuelvo a pedir un brindis, aunque sea interior. Por dos de mis mejores corazones. Jamás podré devolverles nada de lo mucho que me dieron, desde su callada amistad, desde su silencio, desde su espacio interior. Me sentí a gusto en su cálida caricia de amigos. Ambos forman parte de mi vida y ambos son parte de mi vida. No lo han tenido nada fácil para llegar hasta aquí, pero honestamente estoy seguro de que les habrá merecido la pena.

Les doy las gracias. Gracias por haber poblado mi vida desde la juventud. Lo escribí una vez. Los ví crecer. Los ví convertirse en lo que ya son. Hombre y mujer. Los ví convertirse en un solo corazón. Y compartieron conmigo semejante transmutación. De la misma forma de siempre. De una manera callada y silenciosa.

El tiempo nos separa. La distancia nos separa. Pero nadie podrá cambiar lo que son para mi. Y por ello también les doy las gracias por compartir ese día conmigo y con los míos.

Ella será una novia hermosa, y el un elegante caballero. Y así quedarán en mi memoria. Para siempre.

A mis dos corazones: Os deseo todo lo bueno que se puede desear. No es una frase formal. Es un sentimiento. Es una realidad. Que todo lo bueno venga de ahora en adelante. Os lo deseo desde lo más profundo de mi. Sé que no es mucho, pero es el mejor regalo que os puedo ofrecer.

Que la felicidad pueble vuestra vida. Ahora, y siempre.

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