domingo, 17 de octubre de 2010

Generación de los cincuenta.

Leo con detenimiento una entrevista a Gordon Summer.  Supongo que para la mayoría conocido como Sting,. Me gusta este hombre. Me gusta su manera de ordenar la mente y de decir las cosas.  Aprovecho para soltar que la generación que ahora mismo está entre los cincuenta y los sesenta años me parece una de las mejores generaciones de la humanidad desde la segunda guerra mundial. Esa generación está alcanzando la madurez creativa y existencial de un modo absolutamente envidiable. Esos ídolos de mi infancia se están revelando como los grandes hombres del presente, sin refugiarse en mayos del sesentayocho que apenas vivieron, sin abogar por idealismos de los más pintoresco y menos realizable. Sting no deja de ser uno de ellos.  Es comedido, pausado, reflexivo.  Habla poco, pero lo que dice no te deja en absoluto indiferente

Creo que ultimamente me gusta interiorizar parte de los procesos que ha seguido esta generación. HAce años (y lo digo  haciendo un enorme plagio a mi amigo Perez Reverte en cuanto a las frases y la forma de decirlo) pensaba que cada vez me gustaría hablar más y más, comentar más y más cosas; que en definitiva cada vez me comunicaría más con los que me rodean. En realidad llego al final de la treintena pensando que cada vez me gusta menos hablar y me gusta, sin embargo, cada vez más escribir.  Puedo pasarme horas pensando cada uno de los discursos que puedo llegar a enunciar. Me gusta escribir para los demás y me siento realizado con ello. Pero aquellas noches de tertulia con mi amigo Juan Vilas, con mi desaparecido Jaime, con mis amigos en particular, se me antojan cada vez más y más vacías de contenido.  No por los personajes y los protagonistas de los mismos, si no por el ponente, en este caso yo mismo, que se me antoja demasiado ñoño en la memoria, con mucha frase sin sentido y sin reflexión. Volviendo a lo de antes, y a esta generación ilustre y maravillosa, me quedo también con alguna de las personas que conocí este verano, en este caso un buen militar destinado en la base de Rota. Hombre comedido, de pocas palabras pero sólo las suficientes. Gente con la que puedes hablar mirándole a los ojos, sabiendo que en sus pupilas y en su cerebro se atesoran los conocimientos de una vida plena y de una experiencia vital impresionante. Siempre he admirado a los militares de carrera, en especial a los de la armada, marinos y guerreros. Gente viva y preparada para la muerte en muchos aspectos. Vivos ejemplos tengo también a mi alrededor, en alguna de las personas que me rodean. Me gusta oir hablar a mi tio Ricoy, por ejemplo, cuando se quita la máscara de hombre afable y sale el jefe veterano, curtido en mil batallas de la vida. O al padre de quien más quiero, que es tambíen de la misma política que los anteriormente citados: hombre comedido, tímido, de pocas palabras pero de sabios silencios. Cuando estoy con ellos me gusta escuchar. Me callo, que es lo que tiene que hacer un aprendiz, para escuchar a un buen maestro. Y me gusta esa sensación de escuchar y de interiorizar lo que otros, sin duda  más sabios que este aprendiz de escritor, cuentan y dicen.

Volviendo a la entrevista con Sting me quedo con una frase "la felicidad es un concepto interesante.Las vacas son felices, por lo menos cuando pastan. Los seres humanos somos más complicados. Necesitamos periodos de melancolía. Cuando estoy triste soy más creativo. La tristeza conlleva introspección y cuestionamiento" Me quedo con la frase y la hago mía.  De estos momentos, de aquellos, de los otros, en los que he sido intensamente infeliz puedo decir que me ha pasado lo que a mi amigo Gordon. Lo digo sin acritud. Prefiero ser intensamente feliz. Soy una vaca que pasta, Gordon Summer. O al menos ese es mi deseo. El mio para mis dos niñas. Espero que sea ese mi destino. Mientras me cuestionaré todo: desde mi fé hasta mis actos. Si ese es el resultado de esta época, pues bienvenido sea.

Afuera cae el rocio de la noche. Pienso que todo lo que escribo. Termino de leer la entrevista a mi amigo Summer. La sabiduría va por barrios. Aquí me quedo, solo. La noche pasará. Espero que la sabiduría me encuentre un día de estos. Mientras, el silencio me ataca y me colma. Quizá ese sea el necesario primer paso.



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