martes, 13 de septiembre de 2011

Con diez años de menos

Podrían dar vida a esta entrada mis inefables "Rodriguez" cantando aquello de "diez años después ¿quién puede volver atrás?" El interrogante es suplicado ¿Quién querría volver atrás?
Se cumplieron, con la exactitud que marca el tiempo , sobre todo cuando no quieres que pase, los diez años de los atentados del once de Septiembre.   En el fondo,  que pasen uno o diez años a mi no me ha variado mi experiencia en absoluto. Quiero decir que yo me enamoré de Nueva York (me acabo enamorando de los sitios por los motivos más absurdos) y esa ciudad sigue viva tal y como era en mi memoria. Tengo, por supuesto, miles de recuerdos de Nueva York los días anteriores al ataque. Todos son bonitos. Hermosos. Todavía recuerdo el olor de la chica impresionante en la tienda de pantalones de la dieciocho. Recuerdo la sorpresa del guiño de su ojo, mientras yo miraba hacia un lado y hacia el otro esperando que nadie se diese cuenta. Su invitación a café, a tomar algo en la esquina. La tentación Neoyorkina al servicio del recuerdo. "España, un pais precioso" me dijo en su anglosajonísimo y yankisimo inglés.  Pensé en ella tres días más tarde cuando llegó el colapso de la torre uno y se desmoronó como un castillito de arena de tamaño extraordinario. Supongo que sigue viva, o al menos es algo que yo quiero creer.

"España, un pais precioso" me dijo en su anglosajonísimo y yankisimo inglés.  Pensé en ella tres días más tarde cuando llegó el colapso de la torre uno

O, como no, la mujer del Van que nos acercó casi seis millas después de que cogiésemos el bus equivocado a Hasbrough Highs y acabásemos medio perdidos en una gasolinera buscando el hotel. Esas cosas hacen que uno se enamore de los sitios.


Pero el peso del tiempo se nota. El once de septiembre debe ser una fecha que debo dejar atrás, como así parece que han decidido los norteamericanos.  Si, es cierto que no olvidan a ninguno de los suyos. Pero también es cierto que las páginas de los libros deben pasarse. Así que yo lo prometo y lo hago.  Con diez años más encima, creo que lo vivido merece que empiece a coger su capa de anestésico y merecido polvo.  Hasta la vista NYC. Hasta otra.

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