Hace unos días, intentando distraerme de la soledad en que me he encontrado tras una serie de acontecimientos inesperados de este verano, decidí hacer limpieza entre los viejos recuerdos que todos guardamos de nuestra infancia y adolescencia.
En una vieja caja de lata, entre gastadas cartas infantiles, pedazos de entradas de ansiados conciertos, flores secas y otros recuerdos de amores adolescentes… como si se tratase de un aviso o incluso una respuesta… encontré un viejo libro, de gastadas y sucias páginas que hace más de 16 años me regaló una amiga.
Una amiga. Esta palabra cobra en este caso un significado especial, puede que su más profundo sentido, una persona realmente maravillosa, siempre a tu lado, de forma tan incondicional que no te das cuenta de lo que perderías si no estuviese, sobre todo porque no se te pasa por la cabeza que pueda no estar. Precisamente el libro que me regaló tenía por título “Un amigo es alguien a quien gustas”. Y hace 16 años me lo regaló porque después de muchos años de confidencias, de risas y de lágrimas, de cientos de momentos compartidos… se marchaba. Se iba al extranjero, a continuar sus estudios, a mejorar su formación, pero a pesar de saber que no era definitivo, al despedirnos lloramos como si lo fuese. Y ella me entregó este bello recuerdo que ahora abrazo entre mis manos. Dice la dedicatoria: “Me lo leía mi madre cuando yo era pequeña. Es para niños y es viejo pero te lo regalo para que te acuerdes de mí. Con todo mi cariño. No me olvides”.
Y 16 años después, al leerlo, me he emocionado. Las lágrimas me han inundado los ojos. No la he olvidado. Aunque hace más o menos 5 años que no la veo ni hablo con ella, no la olvido. Y aunque probablemente ahora las cosas ya no sean como 16 años atrás, sé que si lee esto, sabrá que me refiero a ella, porque la amistad, aunque no sencilla, es algo muy simple:
Un amigo es alguien que te escucha, te da su cariño y te ofrece su hombro para apoyarte, te habla y te da calma, está a tu lado y te hace sonreír. Y te acompaña en silencio cuando lo que más deseas es callar. Te respeta y se alegra al verte llegar.
“Un amigo es alguien a quien gustas.
Puede ser un chico…, puede ser una chica…
o un gato…, o un perro…,
o incluso una ratita blanca.
Un árbol es otra clase de amigo.
No te habla, pero sabes que le agradas
porque te da manzanas… o peras… o cerezas…
o te ofrece, a veces,
una rama para columpiarte.
Un arroyo es un amigo muy especial.
Te habla en mansos susurros.
Te refresca los pies
y deja que te sientes en silencio a su orilla
cuando no tienes ganas de charlar.
El viento también puede ser un amigo.
Te canta dulces canciones por la noche
cuando se acercan la soledad y el sueño.
En ocasiones te llama para jugar.
Te empuja por la espalda
mientras caminas
y hace que las hojas secas bailen para ti.
Siempre está contigo
dondequiera que vayas:
por ello sabes que le gustas.
A veces no sabes
Quienes son tus amigos.
A veces los tienes constantemente al lado
pero pasas de largo
sin darte cuenta de que les gustas
de una forma muy especial.
Y entonces piensas que no tienes amigos.
Así que es mejor no apresurarse tanto
y andar despacio,
y mirar con cuidado en derredor
para descubrir que alguien te sonríe
de una manera peculiar…
o que un perro mueve el rabo con más fuerza
cuando te acercas a él…
o que un árbol
se te brinda para que trepes a sus ramas…
o que un arroyo respeta tu silencio
cuando lo que más deseas es callar.
A tu amigo tienes muchas veces que buscarlo.
Algunos tienen muchos amigos
y otros tienen pocos amigos
pero todos…
todos y en todo el mundo
tienen por lo menos UN amigo.
¿Dónde encontraste los tuyos?”
Joan Walsh Anglund
Encontrar el libro y leerlo, me levantó el ánimo. A pesar de la soledad que he sentido durante este verano, me hizo pensar. Miré a mi alrededor y al levantar la cabeza, comprobé que tengo al menos UN amigo.
Ell@s saben quiénes son. Y aunque poc@s, son l@s mejores del mundo.
Porque en los últimos días me he dado cuenta de que los buenos amigos no abundan y si es así, soy afortunada de poder contar a los míos con los dedos de una mano.
En una vieja caja de lata, entre gastadas cartas infantiles, pedazos de entradas de ansiados conciertos, flores secas y otros recuerdos de amores adolescentes… como si se tratase de un aviso o incluso una respuesta… encontré un viejo libro, de gastadas y sucias páginas que hace más de 16 años me regaló una amiga.
Una amiga. Esta palabra cobra en este caso un significado especial, puede que su más profundo sentido, una persona realmente maravillosa, siempre a tu lado, de forma tan incondicional que no te das cuenta de lo que perderías si no estuviese, sobre todo porque no se te pasa por la cabeza que pueda no estar. Precisamente el libro que me regaló tenía por título “Un amigo es alguien a quien gustas”. Y hace 16 años me lo regaló porque después de muchos años de confidencias, de risas y de lágrimas, de cientos de momentos compartidos… se marchaba. Se iba al extranjero, a continuar sus estudios, a mejorar su formación, pero a pesar de saber que no era definitivo, al despedirnos lloramos como si lo fuese. Y ella me entregó este bello recuerdo que ahora abrazo entre mis manos. Dice la dedicatoria: “Me lo leía mi madre cuando yo era pequeña. Es para niños y es viejo pero te lo regalo para que te acuerdes de mí. Con todo mi cariño. No me olvides”.
Y 16 años después, al leerlo, me he emocionado. Las lágrimas me han inundado los ojos. No la he olvidado. Aunque hace más o menos 5 años que no la veo ni hablo con ella, no la olvido. Y aunque probablemente ahora las cosas ya no sean como 16 años atrás, sé que si lee esto, sabrá que me refiero a ella, porque la amistad, aunque no sencilla, es algo muy simple:
Un amigo es alguien que te escucha, te da su cariño y te ofrece su hombro para apoyarte, te habla y te da calma, está a tu lado y te hace sonreír. Y te acompaña en silencio cuando lo que más deseas es callar. Te respeta y se alegra al verte llegar.
“Un amigo es alguien a quien gustas.
Puede ser un chico…, puede ser una chica…
o un gato…, o un perro…,
o incluso una ratita blanca.
Un árbol es otra clase de amigo.
No te habla, pero sabes que le agradas
porque te da manzanas… o peras… o cerezas…
o te ofrece, a veces,
una rama para columpiarte.
Un arroyo es un amigo muy especial.
Te habla en mansos susurros.
Te refresca los pies
y deja que te sientes en silencio a su orilla
cuando no tienes ganas de charlar.
El viento también puede ser un amigo.
Te canta dulces canciones por la noche
cuando se acercan la soledad y el sueño.
En ocasiones te llama para jugar.
Te empuja por la espalda
mientras caminas
y hace que las hojas secas bailen para ti.
Siempre está contigo
dondequiera que vayas:
por ello sabes que le gustas.
A veces no sabes
Quienes son tus amigos.
A veces los tienes constantemente al lado
pero pasas de largo
sin darte cuenta de que les gustas
de una forma muy especial.
Y entonces piensas que no tienes amigos.
Así que es mejor no apresurarse tanto
y andar despacio,
y mirar con cuidado en derredor
para descubrir que alguien te sonríe
de una manera peculiar…
o que un perro mueve el rabo con más fuerza
cuando te acercas a él…
o que un árbol
se te brinda para que trepes a sus ramas…
o que un arroyo respeta tu silencio
cuando lo que más deseas es callar.
A tu amigo tienes muchas veces que buscarlo.
Algunos tienen muchos amigos
y otros tienen pocos amigos
pero todos…
todos y en todo el mundo
tienen por lo menos UN amigo.
¿Dónde encontraste los tuyos?”
Joan Walsh Anglund
Encontrar el libro y leerlo, me levantó el ánimo. A pesar de la soledad que he sentido durante este verano, me hizo pensar. Miré a mi alrededor y al levantar la cabeza, comprobé que tengo al menos UN amigo.
Ell@s saben quiénes son. Y aunque poc@s, son l@s mejores del mundo.
Porque en los últimos días me he dado cuenta de que los buenos amigos no abundan y si es así, soy afortunada de poder contar a los míos con los dedos de una mano.
Por todos ell@s y para ell@s escribo estas letras. Os las dedico satisfecha y feliz de haberos encontrado.
La persona que me regaló el libro y me dejó este recuerdo fue una amiga inmejorable durante mucho tiempo. Después, por circunstancias de la vida, perdimos el contacto. Y esta mañana me he sorprendido buscando su nombre en las páginas amarillas. La he localizado. Confío en que todavía quede algo de la amistad que nos unió y tal vez… ¿podremos retomarla?. Yo no te he olvidado.
La persona que me regaló el libro y me dejó este recuerdo fue una amiga inmejorable durante mucho tiempo. Después, por circunstancias de la vida, perdimos el contacto. Y esta mañana me he sorprendido buscando su nombre en las páginas amarillas. La he localizado. Confío en que todavía quede algo de la amistad que nos unió y tal vez… ¿podremos retomarla?. Yo no te he olvidado.
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