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La barcia es como un escenario de película. De tan bello que es algunas veces hasta parece irreal. Parece inventado. Hay días en que me sorprendo a mi mismo buscando las traviesas de madera que sujetan, como se hace con los marcos de las fotos, cada uno de los elementos del paisaje. Pero me equivoco, afortunadamente y resulta que es completamente real. Entra el Otoño por la Barcia, y lo hace preñando y colapsando las hojas de los castaños, y llenando el suelo de los erizos marrones que protegen el fruto interior tan preciado. Paseo despacio. El cielo busca una estrella. Los prados verdes tienen un cierto tinte violáceo, desangrado por el cielo. El Pedroso vigila el espacio, colmado de sus antenas. Los árboles se mecen con la sombra de la tarde. Y paseo. Me siento dichoso por vivir, por estar vivo. Pienso en los que me han precedido, en los amigos que se han ido, en los perdidos, en los que nos dejaron atrás, en los que nos abandonaron. Me pregunto si ellos pueden disfrutar del instante como lo hago yo. Me pregunto si ellos lo hicieron alguna vez. Me pregunto tantas y tantas cosas…
Y hay una voz nueva en el pecho. Y hay una alegria extraña. Y la calma llega, honesta, limpia, pura al interior mientras los ojos castigados, se deleitan en el paisaje. Respiro y el aire tiene olor a azahar, a verde hierba, a siega, a castañas. Las casas en el horizonte –pequeñas, cucas, cuidadas y colgadas en comunión con el paisaje- enorgullecen la vista. Todo es rematadamente hermoso. Pienso en que hoy, mi hermano cumple los cuarenta. Que cuando uno llega a una edad no es que se haga viejo, si no que se disfruta de la perspectiva de la vida, de una madurez y una sabiduría sin igual. Que se da cuenta del trabajo realizado y que tiene tanto por delante para hacer que esa reflexión le hace a uno sentirse joven y fuerte. Con veinte años eres un niño grande que no sabe qué hacer. Con cuarenta te sientes fuerte y lleno de energia y sabes en qué has de gastarla. No pierdes el tiempo con tonterías. Por eso, cuando entraba el otoño por la Barcia, pensé en mi hermano, en su casa colgada sobre el monte. Y esperé de corazón que fuese feliz. Como yo lo he sido mientras paseaba y el otoño hacía acto de presencia. El mundo no deja de ser a veces un terrible escenario que regala relámpagos de belleza. Este otoño será un otoño hermoso. Lo siento dentro de mi.
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