Salgo del centro de datos y sé que no estoy bien. Me recibe una brisa helada y molesta. Amio y las afueras de la empresa son un paisaje vacío y oscuro. Me he pasado media tarde con dolor de cabeza y con fiebre. Hubo instantes donde las letras bailaban desde el monitor, se reían de mí, jugaban entre las casillas de los dos CRM, se movían, se colapsaban, se eclipsaban y se volvían invisibles en un manto oscuro y marrón. El portapapeles decidió irse a tomar viento fresco y su cordura fue tras él, y tras él, también fui yo. Reinicié sistema mientras...