Vio su foto. No la reconocía apenas. Había engordado, un extraño tatuaje poblaba su brazo izquierdo. La vida es un muestrario de momentos extraños. La vió a través de la pantalla, a través de una foto enviada por un amigo. La pantalla brillaba blanca y el gestor de correo electrónico transmitia la pregunta que enviaba Pedro Aldama: ¿Es ella? Y se dijo "Si". Pero luego pensó. "No , no es ella. Somos diferentes en cada momento. No somos los mismos que un día compartieron parte de su vida. Somos otros, con otro horario, con otras costumbres, con otros amigos. El tiempo no espera."
PEdro respondió al otro lado. "La encontré por pura casualidad en mi último viaje. Y le saqué esta foto." "Ahora vive en Formentera, y trabaja en un chiringuito de playa"
Reflejado en el cristal del monitor, se vió a si mismo. Se había dejado el pelo más largo, entrecanoso, su barba era inexistente ahora. Lejanos quedaron los isntante de la vida de bohemio, cuando no era un esclavo de su trabajo y su tiempo libre inexistente. Habían pasado nueve años. Del tiempo que les contuvo nada quedaba, ni siquiera un suave recuerdo estético.
Soy mayor ahora, se dijo. Soy mayor y responsable. Ella vive su vida todavía entre juergas de surf, entre la irresponsabilidad de los que quieren vivir sin ataduras, libre como el viento. Yo me contengo a mi mismo aquí, sereno y calmado, aburguesado en mi loft, con mis instrumentos materiales de placer: televisión por cable, internet de alta velocidad, mi pequeño coche.
Afuera vió el mar dibujado en una mañana de sábado. Los coches todavía dibujaban haces de luces en la autopista. LA primavera había abandonado la ciudad. Se sintió libre, nuevo y más joven. Ese mismo mar bañaba la arena de la playa donde se bañaba su antiguo amor.
PEdro respondió al otro lado. "La encontré por pura casualidad en mi último viaje. Y le saqué esta foto." "Ahora vive en Formentera, y trabaja en un chiringuito de playa"
Reflejado en el cristal del monitor, se vió a si mismo. Se había dejado el pelo más largo, entrecanoso, su barba era inexistente ahora. Lejanos quedaron los isntante de la vida de bohemio, cuando no era un esclavo de su trabajo y su tiempo libre inexistente. Habían pasado nueve años. Del tiempo que les contuvo nada quedaba, ni siquiera un suave recuerdo estético.
Soy mayor ahora, se dijo. Soy mayor y responsable. Ella vive su vida todavía entre juergas de surf, entre la irresponsabilidad de los que quieren vivir sin ataduras, libre como el viento. Yo me contengo a mi mismo aquí, sereno y calmado, aburguesado en mi loft, con mis instrumentos materiales de placer: televisión por cable, internet de alta velocidad, mi pequeño coche.
Afuera vió el mar dibujado en una mañana de sábado. Los coches todavía dibujaban haces de luces en la autopista. LA primavera había abandonado la ciudad. Se sintió libre, nuevo y más joven. Ese mismo mar bañaba la arena de la playa donde se bañaba su antiguo amor.