Cruza la luna la persiana, sin parar ... se cuela entre las nubes del invierno, buscando un lugar. un hueco donde mirarnos
Y me mira fijamente a los ojos. Y me susurra ¿donde estás?..
No volverá, nunca se fue: ese sentimiento, esos recuerdos están aquí, dando una nueva dimensión a esta canción nocturna de invierno. Niebla en los pies del escritor. El que un dia soñó con bailar. Bailar eternamente una canción.
Apagado y muerto contra la brecha de luz donde las palabras se van.. No hay desertores. Son hijos que caen en un corazón. Ojos que leen tus palabras... Vuelan las palabras, se convierten en relato. Se vuelcan en la pantalla, esa breve brecha de luz que ilumina todo.
En cada palabra, se oculta el temblor. Duerme este temblor infinito. Insaciable, impenitente, horrible. Esa pulsación que me viene desde abajo. Desde adentro como un insecto interior que me quema, que va a salir. Ese temblor dormido. La luna mi único testigo.
la plata que el tiempo me tejió en la sien, en el mentón, se abre, se pierde, desafiando el final. Estallo. Y surjo yo, desde aquí dentro. Esa brecha de luz, que entra en mi alrededor. Los ojos que me leyeron me dan todo el calor. Por un instante soy maravilloso, único, increíble, y la música surge a mi alrededor... Y siento una voz.. Y quiero bailar, quiero bailar... necesito tanto bailar... Esa brecha de luz vuelve a hacerme bailar... El mundo gira otra vez, como antes a mi alrededor. Por un instante soy de nuevo un poco yo.
Se va . otra vez. Todo se vuelve a apagar. Desaparece por siempre esta euforia final. Los pies de este escritor no bailarán jamás. Todo lo que una vez fue, allí ya sé quedó. Y la música ya no truena a mi alrededor aunque percibo todavía netamente un compás.
Quiero ser lo que fui. Y lo que ya no seré jamás.
Un reloj al fondo hace notar su tic-tac. Como el latido extraño de un corazón.
Y me mira fijamente a los ojos. Y me susurra ¿donde estás?..
No volverá, nunca se fue: ese sentimiento, esos recuerdos están aquí, dando una nueva dimensión a esta canción nocturna de invierno. Niebla en los pies del escritor. El que un dia soñó con bailar. Bailar eternamente una canción.
Apagado y muerto contra la brecha de luz donde las palabras se van.. No hay desertores. Son hijos que caen en un corazón. Ojos que leen tus palabras... Vuelan las palabras, se convierten en relato. Se vuelcan en la pantalla, esa breve brecha de luz que ilumina todo.
Y quiero bailar, quiero bailar... necesito tanto bailar... Esa brecha de luz vuelve a hacerme bailar...
En cada palabra, se oculta el temblor. Duerme este temblor infinito. Insaciable, impenitente, horrible. Esa pulsación que me viene desde abajo. Desde adentro como un insecto interior que me quema, que va a salir. Ese temblor dormido. La luna mi único testigo.
la plata que el tiempo me tejió en la sien, en el mentón, se abre, se pierde, desafiando el final. Estallo. Y surjo yo, desde aquí dentro. Esa brecha de luz, que entra en mi alrededor. Los ojos que me leyeron me dan todo el calor. Por un instante soy maravilloso, único, increíble, y la música surge a mi alrededor... Y siento una voz.. Y quiero bailar, quiero bailar... necesito tanto bailar... Esa brecha de luz vuelve a hacerme bailar... El mundo gira otra vez, como antes a mi alrededor. Por un instante soy de nuevo un poco yo.
Se va . otra vez. Todo se vuelve a apagar. Desaparece por siempre esta euforia final. Los pies de este escritor no bailarán jamás. Todo lo que una vez fue, allí ya sé quedó. Y la música ya no truena a mi alrededor aunque percibo todavía netamente un compás.
Quiero ser lo que fui. Y lo que ya no seré jamás.
Un reloj al fondo hace notar su tic-tac. Como el latido extraño de un corazón.