
A veces me despierto. Ella lo nota. Se queda acurrucada en la cama y se deja estar, adormilada, intentando una reentrada en el mundo de los sueños. La hora del desvelo siempre ronda las cinco de la mañana, media hora arriba, media hora abajo. Achaco eso y todo lo demás al cansancio que últimamente puebla nuestras vidas. Me despierto últimamente con el peso de la nostalgia en el corazón. Pero me gusta. Es una sensación enormemente placentera....