Hace años, en un artículo que todavía pulula acaso por la sentina de este mismo blog, hablé de un buen técnico. De un viejo marino del mar de los datos globales. Un surcador de las ondas de los unos y los ceros, frente a las costas de Routerlanda. Establecía en aquel artículo - y ahí me quedé mas ancho que largo - un paralelismo entre los técnicos de redes y los marinos. Porque es así. Porque es verdad. Porque no hay nadie que sea más de la mar que el marino o marinero que ha estado embarcado en mil barcos y los siete mares. Ni hay técnico más experto que aquel que ha tenido que surcar los problemas del día a dia de cualquier empresa, bien sea a través de un servicio externalizado, bien a través de un único cliente, cuando se cae un nodo de red, cuando no se enrutan los paquetes, cuando los parámetros de calidad de comunicación se van a la sima de las Marianas y tienes dos mil clientes ardiendo; mentándote la madre por teléfono, amenazando como filibusteros sable en mano con la suspensión de su suscripción al servicio. Los mismos técnicos que ponen cara de póquer cuando el técnico de campo borrachín te jura por tu sangre que están en la sede de cliente y por teléfono se escucha claramente a una máquina tragaperras soltando aquello de 'Avances, uno, dos, tres...'
Y tenía que ser en el mar, al lado del mar, junto al mar, donde parte de estos veteranos curtidos en mil batallas y procedimientos, se volviesen a juntar para hablar de lo mismo. Como veteranos de la mar, o luchadores en la guerra, frente a un espléndido cocido - y unas cuantas cervezas y copas de vino - nos juntamos para tirarnos de la lengua, para hablar de las batallitas de turno, para comentar el pasado, para hablar del futuro... Como hacen los marinos cuando llevan tiempo en la tierra, añorando la vibrante superficie de la cubierta de su barco. Algunos están en otras batallas y navieras. Cansados de haber sido tratados como una tripulación sin capitán. Otros volvieron a tierra, buscando otros quehaceres más tranquilos y mejor pagados. Pero los tatuajes siguen a flor de piel, sin borrar y eso les delata. En su mirada se añora aquel mar surcado de tiburones, de marineros y capitanes bravos y fuertes. Otros, los menos, seguimos en ese mismo barco, mirando al oeste, pensando que haremos en el tiempo en el que la vía de agua resquebraje el casco una vez se ponga el sol. Ese es el problema de los barcos sin capitán. Es el problema de aquellos que llegaron a este mundillo solo para amasar dinero, los vendedores y giliflautas y resto de ralea indecente: Esos anormales que se ponen palotes mirando una hoja de cálculo y que no les puedes sacar de ahí. Los mismos que abandonan el barco cuando pasa otro con más eslora o cuando la tempestad agita la proa.
Pero nosotros somos diferentes, somos técnicos. Somos informáticos de toda la vida
''Nos juntamos para tirarnos de la lengua, para hablar de las batallitas de turno, para comentar el pasado, para hablar del futuro... Como hacen los marinos cuando llevan tiempo en la tierra, añorando la vibrante superficie de la cubierta de su barco''
Fuimos un magnifico equipo, con una curva de aprendizaje extraordinaria, con una capacidad de simbiosis, colaboración y resolución con muy pocos precedentes. Capaces de gestionar algo que cuando empezamos era simplemente ingestionable. Capaces de resolver lo que otros decían que era irresoluble. Capaz de aprender y fascinarse con lo aprendido y querer aprender más. Como la botella de ron tras el trago más dulce que te hace querer tener más y más ron en las venas.
Ayer, a la vuelta desde Riveira, con una luna apenas perfilada sobre un limpio cielo de invierno me di cuanta de lo magnificos que fuimos, que somos, que seremos. Podrán quitarnos el empleo. mantenernos casi en el umbral de la pobreza salarial, extinguirnos la promoción, los sueños, las ganas... pero jamás nos quitarán el tiempo en el que el viento sobre el mar de Internet nos reventaba las velas desde la popa y toda la tripulación cantaba aquello de ' ron, ron ron, la botella de ron'; cuando éramos más jóvenes y estábamos tan llenos de aquella cálida luz.